Elena Durón Miranda, la mujer que le cambió la vida a cientos de niños

Este es el caso de Elena Durón Miranda quien al observar un basural en la ciudad de Bariloche, en lugar de tener piedad por aquellos que encontraban allí su única fuente de comida, decidió generarles recursos y creó Fundación Los Petisos
Eran los años del corralito, del cacerolazo, del “que se vayan todos”, de un helicóptero despegando desde la azotea de la Casa Rosada, de 5 presidentes en pocos días y de frases tristemente célebres como “el qué depositó dólares, recibirá dólares”. Era el 2002 y mientras Argentina sufría, algunos de sus ciudadanos eligieron resignificar el dolor en generosidad.
 
Este es el caso de Elena Durón Miranda quien al observar un basural en la ciudad de Bariloche, en lugar de tener piedad por aquellos que encontraban allí su única fuente de comida, decidió generarles recursos y creó Fundación Los Petisos.
 
Su motivador para la creación solidaria fue ver como frente a sus ojos en aquel basural había cientos de niños buscando alimentarse, juntando vidrios, cartones y metales para vender. Aquellos pequeños minuto a minuto estaban abandonando su infancia.
 
Elena se propuso no permitir que esta situación suceda y cada niño fue su motivo y su inspiración para crear un escenario en el cuál la posibilidad de tener calidad de vida sea una realidad.
 
Su primera idea fue crear un campamento de verano dentro del basural. Esta iniciativa se basaba en darle un espacio a los chicos, que al terminar el ciclo electivo no abandonen sus estudios al año siguiente y así estimularlos en la inclusión y continuidad educativa.
 
El trabajo infantil era una realidad inocultable por aquel entonces. Cientos de niños trabajaban en ese basural y Elena los acompañó con contención y palabra, estaba con ellos, los escuchaba y los quería ayudar. Pero dio un paso más que realmente impactó para siempre en sus vidas.
 
Elena basó la creación de su fundación en tres objetivos: apoyo escolar –para que recuperaran el tiempo perdido y no sintieran vergüenza de tener que ir a un grado inferior–; atención de la salud –para sanarles los cortes y curarles las enfermedades pulmonares que traían por los gases tóxicos y los 20 grados bajo cero–; y educación para el tiempo libre –para que, en vez de volver al basural o sentarse a tomar en una esquina, aprendieran a tocar el violín o a mirar películas–.
 
Doce años después Elena, le cambió la vida a cientos de chicos que hoy le escriben en su Facebook, “Señora, ¿se acuerda de mi? Yo soy el que usted rescató”. La respuesta de Elena al agradecimiento de esos niños es humilde y conmovedora: “Yo en vez de pensar en las cosas lindas que me dicen, me quedo pensando en que esos chicos que antes juntaban basura hoy pueden tener una computadora”.
 
El trabajo en un basural está catalogado por la Organización Internacional del Trabajo como una de peores formas del trabajo infantil junto con la utilización de chicos para la guerra o para la prostitución. Elena es una verdadera heroína de nuestro tiempo, es aquel ser especial que cientos de chicos recordarán por siempre como la persona que un día les cambió la vida para siempre.

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Por Eugenia Plano