Derribando mitos: Los prejuicios alimentarios de los argentinos

Los mitos y sus correspondientes lugares comunes encuentran su origen en la cultura propia de un país cuya tradición e historia forjan hábitos y costumbres que establecen criterios de selección sobre las pautas que orientan a su población

El diccionario de la Real Academia Española define al mito como: “cosa que no tiene realidad concreta” e implica una opinión o creencia negativa que de manera irracional, y sin ningún tipo de conocimiento real, se convierte en una pauta social cuya único parámetro es el pensamiento mágico.

Los mitos y sus correspondientes lugares comunes encuentran su origen en la cultura propia de un país cuya tradición e historia forjan hábitos y costumbres que establecen criterios de selección sobre las pautas que orientan a su población.

Pero, en la cultura lo único permanente es el cambio y así como en el pasado ciertas costumbres eran rechazadas por la mayoría, hoy pueden ser tendencia.

Los hábitos alimentarios forman parte de las pautas culturales que definen la identidad de una sociedad. La historia, la tradición religiosa y la construcción social establecen las normas gastronómicas propias de cada país a través de las cuales se excluyen e incluyen ciertos alimentos a la dieta.

La cultura explica por qué para algunas regiones ciertas costumbres alimentarias son reivindicadas y otras, hasta causan un extremo rechazo. Si bien la globalización y los medios de comunicación han difundido el consumo de distintos alimentos en el mundo, todavía subyacen ciertas tradiciones culinarias locales.

Así, en la alimentación intervienen variables condicionantes que crean mitos y prejuicios sobre los alimentos que tradicionalmente no forman parte de la dieta nacional.

Mitos nacionales

En el país de la carne, el dulce de leche y el mate, la tradición establece ciertas normas que incluyen y excluyen algunos alimentos del régimen alimentario popular.

La raíz histórica y cultural de la gastronomía nacional se define por su fusión entre los aportes exportados por las oleadas inmigratorias europeas - especialmente durante los siglos XIX y XX- y los estilos culinarios autóctonos o criollos.

Los aspectos productivos también son una variable que influye sobre los hábitos alimentarios nacionales. Argentina es uno de los mayores productores agrícolas del mundo, especialmente de trigo y maíz, siendo estos alimentos protagonistas en la mesa de los argentinos.

Es decir, en el país la dieta se encuentra dominada por una combinación de diversos factores que conforman un estilo culinario que incluye y excluye a ciertos alimentos.

El paladar es cultural, y en la Argentina los mitos nos circundan y nos condicionan en el logro de buenos hábitos alimenticios. Algunos de los prejuicios más populares son:

La carne de cerdo engorda

Argentina es uno de los únicos países en el mundo que prioriza la carne vacuna por sobre la carne de cerdo. Es decir, las suposiciones o prejuicios en torno a este tipo de alimento no sólo son infundados sino que representan un mito totalmente ajeno a la tendencia mundial que consume de manera masiva los productos derivados de la industria porcina. Investigaciones recientes han corroborado científicamente que sobre el total de grasa, en el cerdo es mayor la proporción de grasa monoinsaturada o grasa buena, que ronda el 48%, frente a la proporción de grasa saturada, que concentra el 42%. Entonces, este tipo de carne aporta mayor cantidad de nutrientes y menos calorías que la carne vacuna. Por ejemplo, 85 gramos de carne magra de cerdo proporcionan el mismo porcentaje de proteína que una taza y media de leguminosas, con la mitad de calorías. Incluso, cortes como el solomillo y el centro del lomo, engordan menos que una pechuga de pollo.

La carne de cerdo aporta colesterol

Por idénticas razones al mito anterior, los argentinos han construido una serie de creencias populares en torno a la carne de cerdo y su supuesto alto contenido calórico y aporte de colesterol. El prejuicio es absolutamente falso. La cantidad de colesterol en el cerdo es igual o menor a la de otro tipo de carnes, como la de ave o la vacuna. Además, se debe tener en cuenta que el cerdo es rico en ácido linoleico, el cual neutraliza los efectos negativos de las grasas saturadas y disminuye el colesterol. Por otra parte, la carne de cerdo se distingue por su aporte de vitaminas B1 y B3, esenciales para el funcionamiento del corazón y el sistema nervioso.

La milanesa de soja es ideal para bajar de peso

Argentina es uno de los países a nivel mundial que posee uno de los mayores índices de personas que constantemente realizan dietas para bajar de peso. La obsesión por los regímenes hipocalóricos, la posiciona en el segundo lugar, detrás de Japón, en el ranking mundial de países con mayor cantidad de habitantes con trastornos de la alimentación. Por lo tanto, la búsqueda de alimentos que favorezcan al descenso de peso es una constante. La milanesa de soja es uno de los productos protagonistas y la creencia popular indica que aporta un mínimo porcentaje de calorías.

La realidad es que la milanesa de soja brinda al organismo el mismo valor calórico que una porción de lentejas, porotos o garbanzos. Sucede que estas leguminosas no forman parte de las costumbres gastronómicas nacionales y no sólo son excluidas de la dieta sino que además son consideradas como alimentos de alto contenido calórico. Por otra parte, los cortes magros de pollo, carne vacuna o de cerdo poseen menos calorías que la milanesa de soja.

El pollo de campo es más nutritivo que el industrial

El crecimiento de la industria avícola en el país ha sido una constante en los últimos años. En el 2013 los argentinos consumen unos 40 kg de carne aviar por habitante, duplicando la estadística registrada hace una década a atrás que promediaba los 17,60 kilos por persona.

El enorme desarrollo de la industria avícola nacional desató una serie de mitos que señalan al origen industrial de los pollos como un factor “perjudicial” para la salud ante la supuesta ausencia de normas de bienestar animal y el aporte de conservantes en las aves faenadas.

El mito es absolutamente falso. ¿Cuáles son las principales diferencias entre los pollos de origen industrial y los comercializados por fuera del sistema? Los primeros son criados en granjas acondicionadas y supervisadas sanitariamente por profesionales y organismos de control autorizados en la materia. Las condiciones y procesos se realizan de forma estandarizada y por lo tanto, los galpones reúnen parámetros acordes a la crianza y al bienestar animal. Por lo tanto, reciben alimentación registrada, autorizada y legitimada por los entes oficiales.

En cambio, la producción avícola que se encuentra por fuera del circuito industrial o comercial es llevada a cabo por particulares no registrados en los organismos de control. Así, no poseen ningún tipo de parámetro o control sanitario para la cría de pollos destinados a la venta y por lo tanto, pueden ser agentes de transmisión de enfermedades.

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Por Eugenia Plano