Corazas

Llegamos al mundo vacíos de miedos e inseguridades (salvo los vividos durante la gestación, pero ese es otro tema)
Poco a poco, vamos viviendo experiencias. Tratamos de aprender por imitación cómo tenemos que afrontar esas experiencias. Y esa imitación nos lleva a veces a resolver con éxito las situaciones y otras a no hacerlo.

Entonces, cogemos esas situaciones que no hemos sabido resolver y las guardamos para cuando sepamos hacerlo. Las revestimos con una señal de alerta que nos avise cuando una situación parecida pueda ocurrir y después las custodiamos hasta el momento en que nos creamos capaces de afrontarlas.

Esas corazas son las reacciones que evitan que la situación o las otras personas puedan penetrar hasta el foco del dolor que se ha quedado guardado en el interior. La agresividad, la pasividad, la manipulación, el orgullo, las mentiras, los reproches, los ataques a los demás y las huidas son formas de protección.

Y levantamos instantáneamente esas barreras ante un aviso de las alertas que hemos colocado. Es lo que llamamos nuestros miedos. Tenemos miedo cuando vivimos una situación que percibimos igual o similar a otra que nos ha causado dolor en el pasado por no haber sabido cómo afrontarla. Es nuestra señal de alarma.

Las alertas que colocamos y barreras que levantamos se instalan en nuestro inconsciente, ya que nuestra consciencia (que es, más o menos, un 2% del total de nuestra mente) sería incapaz de estar atenta a todo y, además, seguir caminando, respirando y haciendo todas las cosas que realizamos de forma automática, además de las que hacemos conscientemente.

Por ello, cuando volvemos a encontrarnos con una situación similar, es nuestro inconsciente el que levanta las barreras ante la señal de alarma.

Si, en ese momento (o después de que haya pasado y estemos tranquil@s), en lugar de acumular más experiencias que soporten el miedo, nos paramos y traemos a la consciencia las situaciones anteriores que no supimos cómo afrontar, es probable que podamos vivirlas de otra manera, ya que tenemos más experiencia y otras herramientas para poder solucionar interiormente lo que se quedó encerrado a la espera de una solución.

Todos encerramos lo que nos duele. En mayor o menor medida.

Hay quienes encierran las cosas conscientemente y no las dejan salir, con lo que se las guardan y las somatizan más, pero, en cierto grado saben lo que encierran y otras que prefieren expresarlas y dejarlas salir y guardan menos pero de forma más inconsciente.

Personalmente, prefiero soltar y expresar y, una vez que me hago consciente de que tengo una coraza y un miedo, buscar dentro. No resulta fácil al principio, porque no lo entendemos muy bien, pero cuando descubrimos el reflejo exterior y asumimos que todo lo que vemos fuera representa o refleja algo de dentro, nos damos cuenta de la perfeccción con la que está hecha la vida. Una forma simple, directa y sublime de comprendernos, si nos atrevemos a mirar.

Entonces, al mirar, poco a poco vamos soltando capas.

Si las deshacemos poco a poco, limpiando o sanando lo de dentro, antes de abrir, al hacerlo, las cosas saldrán suavemente.

Si, en algún momento, la presión es grande o algo nos impacta y se tambalea una de las corazas, puede que todo lo de dentro salga de repente.

Cuando estamos en proceso de sanar y las corazas se van deshaciendo, si nos encontramos en una situación de presión, puede que esa coraza se rompa de repente y salga aquéllo de lo que aún no éramos conscientes.

No significa que lo que hacíamos, decíamos o pensábamos antes (salvo mentir a propósito) fuera incierto. Puede ser, simplemente, que aún no sabíamos lo que había debajo de la siguiente coraza.

Publicado por Margarita Álvarez a las 04:29

Compartido por Maribel De La Serna

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Fuente: http://www.lamagiadeunsentimiento.me