Solo sé que no sé nada

Solo sé que no sé nada es la archiconocida frase de Sócrates y el comienzo de cualquier aprendizaje. Y esto que parece tan fácil, no lo es en absoluto.
Publicado por Pilar Jericó

13 noviembre, 2013

Aprender significa humildad, reconocer que no somos tan buenos en algo y que tenemos espacio de mejora. Aprender es también una actitud y una forma de ver la vida. Muchas veces nos empeñamos en forzar las cosas conforme a nuestras expectativas, a lo que creemos que deberían ser. Sin embargo, la realidad se “empeña” en demostrarnos que sencillamente somos humanos e imperfectos.

Y es ahí donde surge la posibilidad del aprendizaje.

Cuando estamos muy seguros de todo, no contemplamos lo que nos sucede con los ojos del aprendiz. Optamos por una actitud de “superioridad”, de pensar “ya lo decía yo” e insistimos en encajar la realidad a nuestras expectativas. Un ejemplo clásico es cuando catalogamos a alguien de un determinado modo. Podrá dar igual lo que haga porque seguiremos viéndolo del mismo modo. O si no, ¿cuántas veces quedamos con alguien y reforzamos un día tras otro que teníamos razón? Aprender significa descansar un poco de nuestra cabeza, ser curiosos, humildes y, sobre todo, dejarnos sorprender.

De algún modo es sustituir una actitud de ir por la vida como un tren con carriles bien marcados, a un barco que navega por surcos sin dibujar. Y el primer paso consiste en reconocer que “solo sé que no sé nada”.

La Programación Neurolingüística (PNL) ha recogido las fases del aprendizaje de un modo muy sencillo. Veámoslas a continuación:

• Inconscientemente incompetente (No sé que no sé): El ser humano es especialmente habilidoso para autoengañarse, ¡puede que sea una de nuestras mayores capacidades!… y cualquier argumento es válido en una cabeza que no está dispuesta a reconocer una carencia. Esta fase es la zona ciega de nuestro carácter o de lo que hacemos. Tenemos una venda que nos impide ver más allá. E incluso por mucho que nos digan algo los demás, llegamos a ser especialmente tercos en no querer verlo. Sin duda, esta fase es la más difícil porque es un tema de actitud. Un ejemplo de dicha etapa es cuando aprendemos a conducir. Hemos podido ver a nuestros padres conducir y no pensamos que sea tan difícil. Con esta actitud nos sentamos la primera vez en un coche.

• Conscientemente incompetente (Sé que no sé): Para entrar en esta fase, necesitamos habernos dado cuenta de nuestros límites y tener la intención de explorar. ¿Cómo se logra ser consciente? En el mundo de la empresa se utilizan a veces las herramientas de diagnóstico. Se hacen evaluaciones de lo que uno piensa de sí mismo y de lo que el resto piensa de él y se comparan. Ahí es donde surgen las sorpresas. Los errores y los fracasos son grandes maestros para adentrarnos en esta fase. Son momentos de vértigo, de caerse incluso las seguridades en uno mismo, pero son las puertas para explorar. Siguiendo con el coche, es cuando conducimos la primera vez. Los otros coches parecen que están demasiado cerca y las calles resultan lugares complicados.

• Conscientemente competente (Voy aprendiendo): Esta es la fase del entrenamiento o de la práctica. Es el momento de las clases, de los maestros, de los libros… o de lo que hagamos para ir mejorando. Equivaldría a nuestro ejemplo cuando vamos conduciendo y vamos memorizando “piso embrague, cambio de marcha”; “pongo intermitente, giro volante”… sabemos hacerlo pero vamos despacio. No fluimos todavía con ello. También se ve con los idiomas, cuando tenemos que construir la frase mentalmente. En este punto, la habilidad más importante es la paciencia y la constancia para crear nuevos hábitos; y el principal riesgo es el posible aburrimiento.

• Inconscientemente competente (Sé). Somos capaces de conducir y pensar en cuatro cosas a la vez, sin darnos cuenta del embrague o del intermitente; o hablamos el otro idioma sin tener que hacer paradas en busca de la palabra precisa. Esta es la fase en la que hemos interiorizado el aprendizaje. Hemos llegado a este punto después de mucha práctica y el riesgo se esconde en un posible exceso de confianza o dejar de contemplar lo que sabemos con ojos de aprendiz. Y aquí es cuando los errores se convierten en maestros que nos llevan a comenzar el ciclo desde el principio.

Recetas:

1. Toma aquello que haces bien y cuestiónalo. Pregunta a amigos, compañeros, familiares sobre algún aspecto en el que te sientas muy seguro e interroga sobre qué podrías mejorar. Deja espacio a la duda interna.

2. Cuando quedes con alguien que conoces bien, indaga sobre algún aspecto que no veías antes de él o de ella. Intenta salirte de tu creencia y explora.

3. Y si te enfrentas a un error o a un fracaso, pregúntate sobre qué podrías aprender de ello.

Fórmula:

Aprender significa tener una actitud socrática: solo sé que no sé.

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