Raúl Barboza: Caballero de la Vida

Músico extraordinario, amigo entrañable, compañero leal y un ser humano que siempre está ocupado y preocupado por el prójimo

La vocación es el sueño de tu vida, es ese fuego sagrado que comenzó como pequeñas señales en la primera infancia y luego con el correr de los años se convirtió en esa realidad que había que lograr a puro esfuerzo y pasión. La Academia Real Española dice de la vocación: Impulso interior o inclinación de una persona hacia un determinado tipo de actividad, o hacia una forma de vida, por tener especial aptitud para ello. Pero, hay mucho más que sumar a este concepto.

La vocación es el sueño de tu vida, es ese fuego sagrado que comenzó como pequeñas señales en la primera infancia y luego con el correr de los años se convirtió en esa realidad que había que lograr a puro esfuerzo y pasión.

Hay quienes se quedan en el camino por diversas circunstancias y hay quienes se les hacen inevitables la lucha por ser un hombre con sueños que piden a gritos materializarse. Si hay un ser que sabe que la vocación es la utopía posible, es Raúl Barboza. Con tan sólo 9 años, se lo conocía cómo 'Raulito el mago', por su habilidad innata para tocar el acordeón. Pero su historia no sólo se sustenta en un don natural.

Su biografía es una de esas que nos gustan escuchar, de las que aprendemos y nos inspiramos. El “Embajador del chamamé” es quien sabe de virtuosismo y lucha, la combinación perfecta para convertirse en un artista.

Raúl desde muy pequeño tenía un sueño. Su esperanza no era simplemente convertirse en uno de los mejores folkloristas de la Argentina. Esta sería una meta egocéntrica o de satisfacción narcisista. El “mago” iba más allá, ¿por qué no soñar que el chamamé trascienda las fronteras? ¿Por qué no imaginar que a las orillas de Sena, en la Plaza Mayor o en la vereda de algún hogar del lugar más recóndito se escuche chamamé?

Raulito se ilusionaba que su amada música se oyera en todo el mundo, que desde su casa de Corrientes viaje por todo el planeta. El razonamiento era de lo más racional, ¿cómo alguien iba a perderse el placer de un acordeón que lleva alegría y arte dónde se encuentre?

El mundo definitivamente, se estaba perdiendo algo. Y así es Raúl Barboza, desde su más corta edad sabía que nada iba detenerlo, llevaría su chamamé hasta adónde el mapa lo permitiera.

Pero, la misión primero debería comenzar por la Argentina ya que por ese entonces, el chamamé sólo se escuchaba en el norte del país. Así, los sueños comenzaban y el proyecto estaba en marcha, no había manera de no hacerlo posible, “Raulito, el mago” era su ideólogo y ejecutor. La magia es posible si se cree en ella.

Y así, fue. A Raúl le llevó 10 años lograr que el chamamé se escuche en su propia tierra y lo logró. En 1950 graba su primer disco “Irupé” y luego en 1953 formara un grupo que hasta 1961 viajaría por toda la Argentina contagiando su arte. Sucedió, lo que nadie había pensado. El chamamé ese género de algunos empezó a ser de todos. Los ortodoxos del folklore no pudieron resistirse y quienes lo desconocían, lo abrazaron. Nadie pudo evitar escuchar el estilo, la elegancia y la alegría del acordeón de Raúl Barboza.

Pero, el sueño recién comenzaba, ahora debía conquistar el mundo. En 1961 realiza su primera gira en Sudamérica, comenzando por Brasil y sería convocado por Ariel Ramírez para la “Misa criolla”.

Brasil adoptaría a Barboza como uno de sus máximos artistas y promediando la década del ´60, volvería en reiteradas oportunidades a tocar su acordeón, en una tierra que abrazó su género.

Pero, la década del ´70 sería la oportunidad para que el chamamé viaje por el mundo. En 1971, tras 20 años intentando, Raúl Barboza sería protagonista de un hecho histórico para la biografía de la música argentina: fue convocado por la U.R.S.S para realizar una gira. El viaje recién comenzaba y su consagración en la Argentina fue definitiva. Durante los años setenta edita más de 20 discos y graba junto a otros grandes como Mercedes Sosa y Jairo.

¿Qué pasó luego? El sueño se hace realidad. En 1981, Japón se rinde a los pies del acordeón de Raúl Barboza. En 1985 recibe el premio "Konex" designándolo como una de las cinco mejores figuras en la historia de la música popular argentina como instrumentista de folklore.

El gran José Carreras lo escucha y en 1987 lo convoca para su grabación de la “Misa criolla” en el chamamé "La anunciación". Ese disco será presentado en el Vaticano y ese mismo año se instalaría junto a su esposa Olga en París, su lugar en el mundo hasta el día de hoy.

Desde sus 9 años, en su amada Corrientes, “Raulito el mago” soñaba que todos los oídos del mundo escuchen chamamé y su magia lo hizo posible. Éxito absoluto en Francia, dónde no sólo tocó en todo el país sino que ha grabado discos, de gran suceso en Europa y fue galardonado con los premios: "Grand Prix Charles Cros", "4 ciefs événement Télérama", "Diapason d'or" y "Choc Le Monde de la Musique", convirtiéndose en el tercer artista argentino, después de Yupanqui y Piazzolla, en recibir estas distinciones.

Hoy, nadie duda en llamarlo con toda razón, sentido y coherencia el “Embajador del Chamamé”. Si pasa por algún barrio parisino y se escucha un acordeón, es sin duda gracias a Raúl Barboza.

Y nos quedaríamos cortos si sólo hablamos de su trayectoria profesional. Raúl es una persona de las que no hay, un amigo entrañable, un compañero leal y un ser humano que siempre está ocupado y preocupado por su prójimo. Raúl, quien hizo de la utopía y las esperanzas un ejemplo de que todo es posible.

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