Poderoso caballero es Don Dinero

A veces, "el árbol nos tapa el bosque". Cuando la realidad de las grandes ciudades es muy distinta a la de un país o región.

Por Omar Romano
:: Europa ::

Si Usted observa que los restaurantes de Palermo Soho en Buenos Aires, los de la Puerta de Alcalá en Madrid o los de Piazza del Popolo en Roma están siempre llenos, como en cualquier otra de las grandes capitales del mundo, tal vez diga “este país no está en crisis”. Pero la pregunta correcta sería ¿esto es representativo de la ciudad, comunidad, estado o país?

Según datos del Banco Mundial, la realidad es bastante diferente. El estudio señala que menos de 100 personas controlan la misma cantidad de riqueza que los 3.500 millones más pobres del planeta. El resultado puede expresarse con una sola palabra: Desigualdad. Y esto no tiene que ver con la diferencia o brecha entre los que tienen más y los que tienen menos. También se evidencia en el acceso al agua potable, electricidad, saneamiento, educación, salud y otros servicios básicos.

El crecimiento de la economía a principios de este siglo ayudó a millones de personas a salir de la pobreza extrema; y si bien América Latina registró las tasas más altas de crecimiento en su historia, la región sigue siendo una de las mas desiguales del mundo, según la Cepal. La ONU, así como otras organizaciones internacionales afirman y dicen que se han propuesto el objetivo de acabar con la pobreza para 2030. Pero eso implica que cada año 50 millones de personas deberían comenzar a tener ingresos por encima de US$1,90 al día.

Es decir, cada semana, aproximadamente 1 millón de personas tendrían que salir de la pobreza durante los próximos 15 años. ¿Es posible?

Ya lo advertía Wilfredo Pareto (1848 - 1923), sociólogo, economista y filósofo italiano. En 1906 hizo la famosa observación de que el 20% de la población poseía el 80% de la propiedad en Italia, posteriormente generalizada por Joseph M. Juran en el famoso Principio de Pareto (también conocido como la regla del 80-20). En 1909, Pareto introdujo el índice de Pareto (la medida de la desigualdad de la distribución del ingreso) y mostró el modo de distribución de la riqueza: "a través de cualquier sociedad humana, en cualquier época o país". Esto, a su juicio, explica por qué sus teorías económicas no coincidían con la realidad observada, y lo empujó al estudio de la sociología y la política.

Entonces, la clave para poner fin a la pobreza está no solo en el crecimiento económico, sino también en la importancia de reducir las desigualdades entre los que tienen más y los que menos tienen.

Para Naciones Unidas, en promedio – y teniendo en cuenta el tamaño de la población –, la desigualdad de los ingresos en los países en desarrollo, aumentó un 11% entre 1990 y 2010. Si bien el crecimiento económico ha sido clave para mejorar la vida de los más pobres y ha permitido que los ingresos del 40% más vulnerable de América Latina haya mejorado más que el total de la población -en comparación con otras regiones- la distribución no ha sido del todo equitativa.

Reducir las desigualdades latentes y erradicar la pobreza extrema implica analizar por qué para el 40% más pobre es tan difícil aumentar sus ingresos y salir del círculo de la pobreza. Indica el Banco Mundial, que la mayor parte de la desigualdad en el ingreso de los adultos de América Latina -y del mundo- se debe a circunstancias personales sucedidas durante su niñez, que escapan a su control y responsabilidad. Según los expertos, estas circunstancias están ligadas a la raza, el género, el lugar de nacimiento, y el nivel educativo y de educación de los padres.

Agrega la organización global que: "Para acelerar el crecimiento y mejorar los ingresos del 40% más pobre, se necesitan más trabajos y programas de protección social bien diseñados. Sin embargo, una de las claves está en invertir en los niños que viven en los hogares más pobres y expandir las oportunidades disponibles para ellos". Esta herramienta, por ejemplo, permite ver qué está pasando con esos niños y cuántos son, para así contribuir a cortar la transmisión intergeneracional de la pobreza, mejorar la economía e impulsar el desarrollo.

Fuentes: Naciones Unidas (ONU), Banco Mundial, CEPAL, Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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