Ni pereza ni rebeldía: la verdadera razón por la que tantos adolescentes están siempre cansados

Científicos descubren que los adolescentes cansados no son vagos, sino víctimas de un reloj biológico que no encaja con los horarios escolares.

La escena es conocida para miles de familias: cada mañana, padres que luchan por despertar a sus hijos para ir al colegio, y adolescentes que apenas pueden mantener los ojos abiertos. Durante años se atribuyó esa lucha matutina a la pereza, la falta de disciplina o incluso a una etapa "rebelde". Sin embargo, la ciencia acaba de confirmar algo muy distinto: los adolescentes están cansados porque su cuerpo está programado para vivir en otro horario.

Un estudio publicado en el Journal of Adolescence por investigadores de la Universidad Tecnológica de Swinburne, en Melbourne, Australia, ha demostrado que los adolescentes no son madrugadores por naturaleza. Su reloj biológico está diseñado para funcionar mejor en horarios nocturnos, lo que los convierte en una especie de "aves nocturnas" forzadas a seguir rutinas que no les corresponden.

Un desfase con el mundo adulto

El equipo de investigadores analizó el sueño de 310 estudiantes de bachillerato australianos, comparando sus hábitos durante el período escolar y las vacaciones. El resultado fue concluyente: en vacaciones, los adolescentes duermen más de nueve horas por noche, pero durante las clases apenas superan las siete horas y media.

Esta diferencia no es trivial. La ciencia ha establecido que los adolescentes necesitan dormir, al menos, nueve horas diarias para funcionar correctamente, tanto a nivel físico como emocional. Cuando no alcanzan ese mínimo, los efectos se hacen notar: cansancio crónico, irritabilidad, tristeza, menor rendimiento escolar y una visión negativa de sí mismos son algunas de las consecuencias más visibles.

La culpa es del reloj interno

Cada ser humano tiene lo que se conoce como un cronotipo, es decir, una preferencia natural para dormir temprano o tarde. Pero durante la adolescencia, esta preferencia se modifica drásticamente por causas biológicas.

La responsable principal de este cambio es una hormona: la melatonina, encargada de indicar al cuerpo que es hora de dormir. Según explica Suzanne Warner, coautora del estudio, durante la pubertad, la melatonina se empieza a liberar más tarde que en la infancia, lo que empuja a los jóvenes a acostarse más tarde… y a necesitar despertarse también más tarde.

Este proceso no es reversible ni se soluciona con voluntad. No se trata de falta de compromiso ni de que estén "desenchufados de la realidad". Se trata, simplemente, de una desincronización entre el reloj biológico del adolescente y los horarios escolares tradicionales.

La escuela como enemigo del sueño

El estudio señala que, en promedio, los adolescentes deben despertarse entre una y dos horas y media antes de lo que su cuerpo necesitaría. Este desfase acumulado cada día de la semana escolar genera un agotamiento progresivo que no siempre puede compensarse ni siquiera durante los fines de semana o las vacaciones.

Este fenómeno es conocido como "jet lag social", una especie de desfase horario constante que no depende de viajes ni de husos horarios, sino de una imposición externa que choca con el ritmo interno. Los adolescentes viven en un estado de “resaca” biológica que les impide alcanzar su máximo potencial.

Tecnología y luz artificial: aliados del insomnio adolescente

Aunque la biología explica una gran parte del problema, los factores ambientales también contribuyen. La exposición prolongada a pantallas electrónicas —teléfonos, tablets, computadoras— y la iluminación artificial antes de dormir disminuyen la producción de melatonina, retrasando aún más la aparición del sueño.

Esto significa que no solo se acuestan más tarde por predisposición natural, sino que los estímulos externos amplifican este efecto. Además, muchos adolescentes utilizan sus dispositivos hasta minutos antes de dormir, lo que hace que su cuerpo no reciba la señal clara de que es hora de descansar.

Efectos psicológicos del déficit de sueño

La falta de descanso no solo provoca somnolencia durante el día, sino que tiene repercusiones emocionales y cognitivas profundas. Los adolescentes privados de sueño tienen más probabilidades de experimentar:

  • Cambios bruscos de humor
  • Bajos niveles de motivación
  • Sensación constante de agotamiento
  • Problemas de concentración
  • Menor rendimiento académico
  • Aumento del estrés y la ansiedad

Además, el déficit de sueño está vinculado con una mayor tendencia a desarrollar síntomas depresivos, especialmente en jóvenes que atraviesan momentos de presión académica o inestabilidad emocional.

El círculo vicioso del cansancio

Cuando un adolescente duerme mal durante la semana, tiende a compensar el sueño el fin de semana durmiendo más horas o levantándose al mediodía. Pero este intento de recuperar energía muchas veces empeora el problema, porque el lunes vuelve a enfrentarse al mismo desfase horario, entrando en un ciclo perpetuo de fatiga.

Lo ideal sería mantener una rutina de sueño constante, incluso durante los fines de semana. Pero para lograrlo, también se necesita un cambio de enfoque desde las instituciones educativas y la sociedad en general.

¿Es posible cambiar los horarios escolares?

Este no es un debate nuevo. En varios países se ha comenzado a considerar el retraso del inicio de la jornada escolar como una forma de mejorar el bienestar y el rendimiento de los estudiantes. Estudios realizados en Estados Unidos han demostrado que cuando las clases comienzan más tarde, los adolescentes:

  • Duermen más horas
  • Llegan más atentos al aula
  • Mejoran su rendimiento académico
  • Disminuyen los niveles de ansiedad y depresión

Algunos distritos escolares incluso registraron menos ausentismo y mejores resultados en exámenes estandarizados, simplemente al correr el horario de entrada una hora más tarde.

Más allá del aula: un cambio cultural necesario

Este descubrimiento científico nos obliga a repensar nuestras creencias sobre la adolescencia y el rendimiento. La idea de que el cansancio adolescente es sinónimo de desgano o falta de compromiso queda desacreditada. En cambio, debemos aceptar que el cuerpo de un adolescente funciona con un ritmo propio, distinto al del adulto promedio.

Eso también implica que padres, docentes y responsables de políticas educativas consideren ajustes que permitan alinear mejor las exigencias externas con las necesidades biológicas de esta etapa vital.

Dormir no es perder el tiempo: es invertir en salud

Dormir las horas necesarias no es un lujo, es una necesidad fisiológica. Para los adolescentes, representa el momento en que el cuerpo consolida el aprendizaje, regula el estado de ánimo, fortalece el sistema inmune y desarrolla el cerebro.

Reducir el déficit de sueño juvenil es una tarea compartida. Desde establecer límites al uso de pantallas hasta promover rutinas estables y repensar los horarios escolares, todo esfuerzo cuenta. Porque no se trata de formar jóvenes obedientes, sino de ayudar a que crezcan sanos, equilibrados y capaces de alcanzar su potencial.

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Redacción Vida Positiva