El éxito crea siempre nuevas realidades

Sólo el cuento de hadas termina diciendo “y después vivieron felices para siempre.”

El éxito siempre hace obsoleto el propio comportamiento que lo consiguió. Siempre crea nuevas realidades. Siempre crea, sobre todo, sus propios y distintos problemas.

No es fácil para los directivos de una empresa exitosa preguntarse: “¿Cuál es nuestro negocio?”. Todo el mundo en la empresa piensa que la respuesta es tan obvia como para no merecer un debate.

Nunca ha sido popular arengar cuando hay éxito ni ser agorero. Pero los directivos que no preguntan “¿Cuál es nuestro negocio?” cuando la empresa tiene éxito, se muestran, en efecto, engreídos, perezosos y arrogantes.

No pasará mucho tiempo antes de que el éxito se convierta en fracaso.

Las dos industrias estadounidenses de más éxito en los años veinte eran las minas de antracita y los ferrocarriles.

Ambas creían que Dios les había concedido un inquebrantable monopolio para siempre. Ambas creían que la definición de su negocio era tan obvia que eliminaba toda necesidad de reflexionar, y mucho menos de actuar.

Ninguna habría caído en picada desde su posición de liderazgo –la de antracita hasta el total olvido- si sus directivos no hubieran creído tener garantizado el éxito.

Sobre todo, cuando los directivos alcanzan los objetivos de la empresa, siempre deben preguntarse seriamente: “¿Cuál es nuestro negocio?”.

Esto requiere autodisciplina y responsabilidad. La alternativa es la decadencia.

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Por Peter F. Drucker y Joseph A. Maciariello