Carrera contra la adversidad

En Patagonia Run, la competencia de montaña más importante de América del Sur, dos hombres con discapacidades emocionaron a todos
Por Veronica Pages | LA NACION

Están eufóricos. Han pasado menos de 24 horas desde que terminó la carrera y siguen agitados, pero ya no por el cansancio o la falta de aire, sino por la excitación, la emoción desbordada, la felicidad plena. Ellos son Javier Salazar y Miguel Manríquez, dos de los participantes de la 5ª Patagonia Run, la carrera de montaña (trail run) más importante de América del Sur.

Hasta aquí podría tratarse de cualquiera de los más de dos mil corredores (de trece países) que inundaron el Parque Nacional Lanín en San Martín de los Andes, el segundo sábado de abril, pero no. Javier tiene 38 años y hace doce sufrió un accidente cerebrovascular que le dejó secuelas motoras que lo obligan a utilizar un bastón canadiense para desplazarse, y Miguel, de 47, perdió la vista completamente hace poco más de tres años por un accidente laboral.

Ellos integraron, junto a Adolfo Ulloa -papá de Martín, un joven con parálisis cerebral-, el team de corredores de Puentes de Luz, una organización civil sin fines de lucro que a través de un centro de día presta atención, orientación y apoyo a personas con discapacidades y a sus familias.

Antes de que Javier tuviera el ACV y de que Miguel perdiera su segundo ojo (el primero lo había perdido de niño), a ninguno de los dos se les había dado por correr. Pero ante su nueva realidad y con el desafío de rearmar sus vidas, para estos dos neuquinos la práctica del montañismo se transformó en una aliada. "Empecé a correr en 2010 y ya participé de nueve carreras, y no puedo creer que haya podido terminar ésta, de 21 kilómetros.

Estoy emocionado y agradecido, sobre todo a mis cuatro pilares." Los pilares de Javier son los cuatro asistentes que, dos en dos, se turnaban para ayudarlo. Así, Gerardo, Lucas, María José y Walter eran su bastón en la montaña. A su lado cuando el camino lo permitía; si no, delante y detrás, cuando el sendero se angostaba. "Fueron increíbles, los últimos 7 kilómetros no hubiese podido hacerlos sin ellos; me hacían la cabeza para seguir, me convencieron de que podía", dice Javier sobre sus asistentes, todos miembros ad honórem de Puentes de Luz, donde el propio Javier es miembro de la comisión directiva.

El guía de Miguel fue Gabriel Soto, un joven de 16 años cuyo papá enseñó a Miguel a correr con bastón (uno de 30 centímetros que tiene una soga en cada punta para que agarren guía y corredor). Aprender esta modalidad no es tarea sencilla: el guía debe saber cantar el camino a tiempo y el corredor debe saber leer lo que le cantan. Hace ya un par de años que se entrenan juntos y en este Patagonia Run casi no sufrieron caídas. "Era gracioso, yo prácticamente no tenía manchas de barro en la ropa, a diferencia del resto de los corredores; hasta pensé que no iban a creer que era ciego", dice risueño.

Si hay algo que llama la atención de Miguel y Javier es el humor y la energía que generan y que terminan contagiando. Lejos están de cualquier imagen de sí mismos vinculada a la victimización, a la pena, al desgarro o la tragedia. Hablan de sus logros con mucho orgullo y enseguida mencionan a sus familias y a Puentes de Luz, un pilar fundamental para su recuperación física, afectica y social. No ahorran palabras (son todas enormes) para contar sobre los talleres que allí se realizan, sobre la biblioteca, el invernadero orgánico (que dirige el propio Miguel) y el emprendimiento productivo que quieren desarrollar para emplear a más personas con discapacidades.

Por eso este año Puentes de Luz se alió al Patagonia Run para lanzar la campaña Corriendo por la Superación, que busca socios adherentes que ayuden a mantener su tarea. Casi dos mil corredores aplaudieron emocionados a Miguel, a Javier y al papá de Martín cuando cruzaron la meta.

Más datos: www.puentesdeluz.org.ar www.patagoniarun.com.

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Fuente: http://www.lanacion.com.ar/