¿Aprovechar el día y vivir el momento?

Según Eyal Winter, Profesor de Economía del Comportamiento, este predicamento "zen" no es tan conveniente. A veces, los humanos necesitamos vivir en el pasado y en el futuro para evolucionar.

Vivir el momento nos ayuda a ser más positivos y a evitar tres de los estados emocionales más infames: arrepentimiento, ira y preocupación. En última instancia, sugiere que evitemos centrarnos demasiado en los arrepentimientos y la ira por el pasado, o en las preocupaciones por el futuro. Suena como una tarea fácil, pero no lo es.

La psicología humana está programada evolutivamente para vivir en el pasado y el futuro. Otras especies tienen instintos y reflejos que les ayudan a sobrevivir, pero la supervivencia humana depende en gran medida del aprendizaje y la planificación. No se puede aprender sin vivir en el pasado, y no se puede planificar sin vivir en el futuro.

El arrepentimiento, por ejemplo, que puede hacernos sufrir al reflexionar sobre el pasado, es un mecanismo mental indispensable para aprender de los propios errores y evitar repetirlos.

Las preocupaciones sobre el futuro también son esenciales para motivarnos a hacer algo que es algo desagradable hoy, pero que puede generar ganancias o ahorrarnos una pérdida mayor en el futuro.

Si no nos preocupamos en absoluto por el futuro, es posible que ni siquiera nos molestemos en adquirir una educación, asumir la responsabilidad de nuestra salud o almacenar alimentos.

Al igual que el arrepentimiento y las preocupaciones, la ira es una emoción instrumental, que nos protege contra el abuso de otros y motiva a las personas que nos rodean a respetar nuestros intereses. La investigación incluso ha demostrado que un cierto grado de ira en las negociaciones puede ser útil, lo que lleva a mejores resultados.

El exceso de confianza o creer que somos mejores que los demás en la mayoría de las cosas, desde la conducción hasta la gramática, puede convertirse en un problema en las relaciones, donde un poco de humildad puede salvar el día. También puede hacer que no nos preparemos adecuadamente para una tarea difícil y culpemos a otros cuando finalmente fallamos.

La verdad es que no tenemos control total sobre nuestra felicidad, y las estructuras sociales a menudo pueden crear adversidad, pobreza, estrés e injusticia, cosas que dan forma a cómo nos sentimos.

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Por Eyal Winter, Profesor de Economía del Comportamiento y Economía Industrial, Universidad de Lancaster