Vivir y morir por un sueño... Hacia rutas salvajes, la historia de Christopher Mc Candless

Chris había soñado con una “Odisea de Alaska”: vivir de la tierra, lejos de la civilización, y manteniendo un diario de vida que describiera su progreso físico y espiritual, enfrentando las fuerzas de naturaleza

Por Martín Leonetti
:: Argentina ::

Hace unos días vi en TV una película que me cautivó, me movilizó y me hizo reflexionar sobre la manera que tenemos de vivir en nuestra sociedad. El film en cuestión se llama "Hacia rutas salvajes" (Into the Wild, 2007), basado en el libro de Jon Krakauer y dirigido por el actor devenido en director, Sean Penn, quien se ha consagrado con este gran trabajo, aclamado por la crítica.

El libro "Hacia rutas salvajes" es la reconstrucción de los últimos dos años de vida de Christopher Mc Candless, un joven idealista de 24 años, que buscaba conocer su propósito y misión en la vida, por lo cual decide realizar un viaje de autoconocimiento y realización personal. Tras graduarse en 1990 de la Universidad Emory de Atlanta y donar a Intermon Oxfam los U$S 24.000 que tenía para estudiar derecho, decidió renunciar a todas las comodidades de la vida moderna y emprender el periplo que lo llevaría al monte McKinley, en Alaska, donde finalmente encontraría la muerte.

Christopher Mc Candless adoptó un seudónimo para su viaje, "Alexander Supertramp", tras abandonar su hogar en Annandale, Virginia, Estados Unidos. Durante su largo viaje hace varios amigos: dos “vagabundos motorizados”, Jan y Bob, con quienes se desplaza por algún tiempo; Wayne Westberg con quien trabajó como parte de su grupo de trabajadores que se desplazaban según el tiempo de la cosecha; Ronald Franz, un viejo veterano de guerra quien había perdido a su esposa e hijo en un accidente automovilístico, un alma perdida que buscaba respuestas como él pero se había resignado a mantener su "zona de confort"; Gaylord Stuckey, un camionero que lo llevó desde Liard River, en Canadá, hasta Faibanks, en Alaska, y Jim Gallien, electricista y última persona que lo vio con vida.

“Quería movimiento, no una experiencia sosegada. Quería emoción y peligro, así como la oportunidad de sacrificarme por amor. Me sentía henchido de tanta energía que no podía canalizarla a través de la vida tranquila que llevábamos."
León Tolstoi, "Felicidad familiar".

El periplo de Alex-Chris tuvo lugar en especial en el oeste estadounidense. Su derrotero estuvo marcado por las circunstancias del momento: sin planes, sin plazos, sin consideración a los posibles obstáculos. Chris navegó por aguas abajo del río Colorado hasta el Golfo de California de la misma forma abierta, desapegada pero apasionada que arribó y permaneció en Bullhead City, una menos que ciudad donde se empleó preparando hamburguesas en un McDonald’s.

A través de los relatos de estos compañeros ocasionales de su viaje, se vislumbra el perfil de Chris como un joven con grandes inquietudes culturales, filosóficas y una gran inconformidad con el "American Way of Life". En general, lo describen como un joven culto, inteligente, afable, radical en sus posiciones éticas frente a la vida y decidido a buscar en la naturaleza los caminos hacia su propio interior.

Durante años, McCandless había soñado con una “Odisea de Alaska”: vivir de la tierra, lejos de la civilización, y manteniendo un diario de vida que describiera su progreso físico y espiritual, enfrentando las fuerzas de naturaleza. El 28 de abril de 1992 Jim Gallien dejó a Chris McCandless en las inmediaciones del Parque Nacional del Denali, en un punto de la Senda de la Estampida, la ruta que tomó para internarse en el Monte McKinley. Gallien se preocupó por 'Alex', pues tenía pocos medios materiales y ninguna experiencia en el entorno de Alaska. Gallien intentó persuadir a Alex para diferir su viaje, e incluso ofreció conducirlo a Anchorage para comprar equipamiento adecuado. McCandless se negó a recibir toda ayuda, salvo un par de botas de caucho, dos latas de atún, y una bolsa de maíz.

Después de hacer una caminata a Stampede Trail, McCandless encontró un autobús abandonado, al que denominó "Autobús Mágico", como un lugar para asentarse, y se empeñó por vivir exclusivamente de la tierra. Llevaba consigo una bolsa de arroz, un rifle Remington semiautomático, municiones, un libro sobre las plantas locales, varios otros libros, y un poco de equipo de campamento. Asumió que debía cazar para poder vivir: a pesar de su inexperiencia como un cazador, McCandless capturó con éxito animales pequeños tales como puercoespines y pájaros. Una vez mató un alce, no logrando conservar toda la carne sobrante, pese a haberla ahumado sobre los arbustos, tal como le recomendaron los cazadores con que se había encontrado en Dakota del Sur.

“La poderosa bestia primitiva se hacía fuerte en el interior de Buck, bajo las terribles condiciones de vida de la traílla del trineo, no dejaba de crecer. Pero crecía en secreto, pues su recién adquirida astucia le proporcionaba equilibrio y control de sí mismo.”
Jack London. "La llamada de la selva".

Su diario de vida contiene entradas que cubren un total de 113 días. Estas fechas relatan la cambiante fortuna de McCandless. Después de vivir con éxito en el autobús durante varios meses, Chris decidió salir a principios julio para volver a la civilización, pero encontró el sendero bloqueado por el río Teklanika, era verano y el deshielo lo había convertido en un caudaloso río infranqueable, mucho más alto que cuando lo había cruzado en abril. Pero Chris no se aminaló ante la situación. Regresó al bus y decidió esperar. Los días siguientes decidieron su suerte.

El 6 de septiembre de 1992, dos excursionistas y un grupo de los cazadores de alces encontró esta nota en la puerta del autobús:

“S.O.S., necesito su ayuda. Estoy herido, cerca de morir, y demasiado débil para hacer una caminata. Estoy completamente solo, no es ningún chiste. En el nombre de Dios, por favor permanezcan aquí para salvarme. Estoy recolectando bayas cerca de aquí y volveré esta tarde. Gracias, Chris McCandless. Agosto?”

Su cuerpo se encontró en su bolsa de dormir dentro del autobús, con apenas 30 kilos de peso. Llevaba muerto más de dos semanas. La causa oficial de muerte fue inanición.

Basado en los textos escritos en las paredes del bus donde permaneció Mc Candless, las notas al margen en los libros que llevó para leer y una especie de diario escrito en las páginas blancas de una guía de campo de plantas comestibles que había comprado, Krakauer describe los últimos días.

Según Krakauer, Chris hubiera podido sobrevivir -no era el ingenuo e irresponsable joven que algunos decían- de no ser porque cometió algunos errores: primero, al parecer consumió unas semillas que le hicieron vomitar, lo cual, en el estado de debilitamiento en el que se encontraba tras dos meses de mala alimentación, lo dejó en muy mal estado; segundo, aunque Chris había escogido la Senda de la Estampida como lugar de retiro, alejado de cualquier forma de presencia humana, en realidad, el lugar se encontraba muy cerca de lugares, si no habitados, al menos sí dispuestos para recibir a caminantes y cazadores. Sin embargo, por no contar con un mapa del área, Chris ignoraba esto y no pudo dirigirse en la dirección correcta a buscar ayuda.

“Más que el amor, el dinero o la fama, deseo la verdad. Me senté a una mesa donde había manjares exquisitos y vino en abundancia, rodeado de comensales obsequiosos, pero carente de verdad y sinceridad. Me alejé de esa mesa inhóspita sintiendo todavía hambre. La hospitalidad era tan fría como el hielo.”
Henry David Thoreau. "Walden o la vida en los bosques".

Sin embargo, no se pueden llamar errores a situaciones como las mencionadas porque, de un lado, a pesar de que consultaba la guía para saber qué plantas debía o no consumir, una omisión en ella no le advirtió sobre la peligrosidad de las semillas; y, segundo, llevar un mapa consigo iba en contra de lo que se proponía.

Chris McCandless murió, según los indicios, alrededor del 18 de agosto de 1992. Días antes había escrito una nota de socorro en caso de que alguien llegara al bus y no lo encontrara. Nadie arribó. Al sentir cerca la muerte, dejó otra nota, escrita en el reverso de la página final del libro de memorias de Louis L’Amour, “Educación de un Hombre Errante”.


Chris McCandless en una de sus últimas fotos, visiblemente delgado.

“He tenido una vida feliz y doy gracias al señor. Adiós y que Dios los bendiga”.

En su cámara de fotos se encontró el que sería su último retrato con vida, aún sin revelar, donde se lo ve flaco, con barba pero sonrientea pesar de saber que su destino estaba sellado. Había vivido como quiso y fue feliz.

Un joven en busca de su destino, que vivió y murió por un sueño, buscando respuestas y que hoy es considerado un héroe que vivió por sus ideales y murió en su ley. Quizá su misión haya sido cumplida post mortem, y su propósito sería el despertar la conciencia en cada uno de nosotros, sobre cómo nos comportamos y convivimos con la naturaleza, el planeta y nuestros semejantes.

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