Perla Gallardo: «Al Padre Mario le debo la trayectoria de mi vida entera»

Es el alma de la obra que el Padre Mario Pantaleo realizó en la localidad de González Catán. En esta entrevista, Perla Gallardo relata los detalles del alma de un sacerdote que a través de sus dones de sanación y su vocación exclusiva por la solidaridad cambió en destino de miles de personas.

Solamente tenía 6 años cuando viviría aquel recuerdo inolvidable que la marcaría para toda la vida en su trayectoria de ayuda a su prójimo. En plena infancia, su papá le regaló un tapado y la llevó a un barrio carenciado. "¿Ves?, vos hoy recibiste este abrigo, pero hay mucha gente que no tiene esa oportunidad. No importa cuál sea tu situación en el futuro, nunca te tenés que olvidar de esta gente", fueron las palabras de su padre. Perla fue marcada a fuego por aquel recuerdo, que quizá sin saberlo marcaría el destino de su vida. Tiempo más tarde, la sanación de un tumor en manos del Padre Mario le cambiaría la vida de una vez y para siempre. Se convertiría en la mujer que lo acompañó durante cuarenta años y que hasta el día de hoy mantiene viva una obra que educa, alimenta y cura a miles de niños, adolescentes y ancianos. La historia y el presente de Perla Gallardo la representante en la tierra de una mujer que no sólo continuó el legado del Padre Mario sino que hizo de su obra el lugar en el mundo en el que muchas vidas siguen cambiando un destino que parecía irremediable.

¿Cómo fue tu primer encuentro con el Padre Mario?

Perla Gallardo: Cuando yo fui a ver por primera vez al padre tenía cáncer de útero, que es un tipo de cáncer que, si se diagnostica a tiempo, puede operarse satisfactoriamente. Pero a mí ese cáncer me había producido una hemorragia que no podían detener con nada. Me daban transfusiones casi todos los días y no podían operarme, porque el riesgo quirúrgico era muy alto. En ese estado, casi desahuciada, fui a verlo a una casa en donde él atendía, y una vez allí me quedé parada esperando, mirando cómo imponía sus manos a otras personas, hasta que escuché que le decía a alguien que ya regresaba, que iba a atender a una persona que tenía una hemorragia que requería su atención con cierta urgencia. Entonces, el padre avanzó hacia mí y, sin que le dijera nada, acercó su mano a mi vientre. No me miraba , no me hablaba y no paraba de fumar. Entonces, en ese instante yo pensaba que pasará por la cabeza de este hombre. Y de repente yo corto ese silencio y le digo "Padre, yo sé que usted me va a ayudar" y él sorpresivamente me contesta con un rotundo: "No". En ese momento yo me quedé totalmente descolocada, y le digo "¿como que no? y me responde: "Yo no la voy a ayudar yo soy simplemente una guitarra, el guitarrero está arriba. Con él hable y hable mucho, que a el de arriba le gusta mucho que le oren, que le conversen". Este primer diálogo mío con el Padre lo pinta de cuerpo entero, esa capacidad de humildad total ya que él sólo se consideraba un instrumento de Dios.

¿Eras creyente antes?

Yo siempre fui católica, pero cuando mi marido me propuso visitar al Padre realmente tenía mis dudas acerca de los dones del Padre. El primer día que lo conocí al Padre me di cuenta inmediatamente que estaba frente a un ser extraordinario, fuera de lo común.

¿Qué fue lo primero que te hizo notar que estabas frente a un ser especial?

Yo llegué y pensaba en contarle lo que me pasaba. Pero él no me lo permitió. Apenas me vio, colocó su mano frente al vientre, sien siquiera decirme "Buenos días señora". El sabía que la enfermedad estaba localizada allí dónde él colocó su mano. Yo me quedé atónita, todas las dudas que podía tener se evaporaron.

¿Qué sentiste físicamente en ese instante?

Sentí inmediatamente la sensación de curación. Debido al tumor tenía hemorragias ininterrumpidas, y éstas cesaron en el momento en el que el Padre colocó su mano en mi vientre. De manera que mi primer instante con el Padre fue la sorpresa de conocer a un ser con un don maravilloso del cual yo no sabía que tal milagro sería posible, y aquí estoy después de cuarenta años contándolo.

¿Cuándo supiste que ibas a compañar al Padre Mario desde ese momento y para siempre?

Cuándo conocí González Catán, me encontré con un lugar desolado, absolutamente vacío. Entonces, yo le dije al Padre, ¿cómo se le ocurrió venir a aquí? Él con esa gran sabiduría me contó que paseando con un amigo por la zona descubrió este sitio y simplemente sintió muy dentro de su corazón que este era su lugar en el mundo. Había descubierto su lugar, en el cuál él estaba destinado a hacer algo por los demás. Así, cuándo me pide ayuda en este sitio tan inhóspito en el cual había necesidades enormes no vacilé ni un segundo. El Padre me pidió ayuda y cómo yo no iba a colaborar con la persona que me había salvado la vida, que me dio la posibilidad de sobrevivir a mi enfermedad, estar en el casamiento de mis 4 hijos, ver nacer a mis 10 nietos y ahora a mis 6 bisnietos. Lo mínimo que podía hacer era ayudar al padre, a él le debo la trayectoria de mi vida entera. El simplemente sintió internamente que yo no le iba a fallar. Muchas veces le pasó que gente que él había curado le habían realizado muchas promesas que luego no cumplieron. Pero él me confesó que tuvo la plena seguridad que yo iba a estar siempre.

El Padre fue una persona que fue abandonado por su propia familia, ¿cómo pesó este abandono en el vínculo entre ustedes?

El Padre Mario, era un hombre solitario, sin familia y sin amor. Por esta razón, tanto yo, como mi esposo y mis hijos le brindamos todo el afecto que él no había tenido en su infancia. El contaba que sabía que era un hijo no deseado ya que su madre no hubiera querido que él naciera. Era un hijo no querido, su madre se lo entregó a una nodriza y nunca más lo volvió a buscar.

El Padre en una declaración acerca del abandono de sus padres afirmaba que "simplemente lo abandonaron por que no lo querían"

Sí, él decía que había llegado en un muy mal momento histórico, en la guerra de 1914. De manera muy conmovedora, el Padre me agradecía que yo siempre lo esperara. Me decía "usted siempre está aguardando en el puerto al que yo arribe". Así, cada vez que el Padre viajaba yo siempre iba a buscarlo. Para él era muy importante porque su propia mamá lo había dejado y nunca había ido a buscarlo. Por ello, el simple acto de esperarlo en un aeropuerto para él era un gran gesto de amor y cuidado.

Practicamente, Perla fuiste esa madre que él había necesitado durante su infancia

Si es cierto. Teníamos una relación de madre e hijo Y era un hijo pequeño, a pesar de que era más grande que yo. Los que lo conocimos al Padre veíamos constantemente a ese niño detenido en su corazón y así andaba por la vida con la ingenuidad, el cariño y la inocencia de la infancia que llevaba a todas partes. No solamente en esos aspectos sino también en las bromas y en los lúdico. Muchas veces jugaba a que era Carlitos Chaplin, y todos nos reíamos con él.

¿En que instancia se encuentra el proceso de beatificación del padre?

Todavía no ha comenzado, y debe ser iniciado por el Obispo local. Y yo como soy ansiosa fui a retarlo porque todavía no lo ha iniciado, yo tengo alrededor de 2.500 casos que corroboran los milagros del Padre. Pero la Iglesia tiene sus tiempos y yo estoy apurada, quiero ver al Padre beatificado antes de partir. Pero, no hay mala voluntad por parte del Obispado sino que son tiempos diferentes.

¿Cuál es tu opinión de Las Manos la película que realizó la biografía del Padre?

Es una obra maestra de la cinematografía, una excelente película. Pero sí debo hacerle una crítica. Yo me sentí muy afligida, en la escena en la cual el actor que personifica al Padre Mario le pregunta a la actriz que realiza mi rol, si no se había arrepentido de haber dejado atrás a su familia, cuando yo en ningún momento abandoné ni a mi marido ni a mis hijos. Mi familia para mi siempre fue una prioridad, y además el Padre por su calidad y bondad jamás me hubiera pedido que los abandone. O sea, el Padre Mario pasó a ser en el momento en el que lo conocí un miembro más de mi familia.

¿Qué fue lo más importante que te dejó el Padre Mario?

Cada ser humano es único de por si, pero al Padre Mario aquello que lo hace más especial que al resto de nosotros es que jamás en su vida pensó en si mismo. Siempre estuvo en función del otro. El siempre recitaba un poema de Octavio Paz: "Para ser yo debo ser el otro. El otro que me da plena existencia. El otro que no es si yo no existo. El otro que justifica mi presencia".

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Entrevista: Eugenia Plano | Martín Leonetti