Ni por edad ni por ingresos: el dato que explica el auge de las personas que viven solas

De acuerdo al último censo, hay más hogares de una sola persona que de 4 miembros.

El dato inesperado detrás del aumento de personas que viven solas.

Durante las últimas dos décadas, Argentina experimentó un cambio profundo en la composición de los hogares urbanos. Un fenómeno silencioso, pero sostenido, se abrió paso en las estadísticas y ya configura una parte central del panorama habitacional: el crecimiento de las personas que viven solas, fenómeno también conocido como hogares unipersonales. Hoy, uno de cada cuatro hogares en el país tiene esa característica, y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la cifra trepa al 40%.

Esta transformación demográfica no solo refleja una nueva forma de habitar, sino también nuevas demandas de vivienda, servicios y políticas públicas. El último censo nacional confirma que el 24,8% de los hogares urbanos en Argentina son unipersonales, lo que equivale al 9% de la población total del país. En 2001, ese valor era apenas del 12,2%. La duplicación en dos décadas revela una transformación cultural, económica y social que ya no puede ser ignorada.

Un cambio que no distingue edades (pero las atraviesa)

Aunque tradicionalmente se asocia la soledad habitacional con la vejez, los datos muestran que el fenómeno se extiende transversalmente a distintos grupos etarios. De hecho, entre 2010 y 2022, el grupo que más creció en cantidad de personas que viven solas fue el de los adultos jóvenes: las personas entre 20 y 39 años que viven solas aumentaron un 137% en ese período, representando un 37% del total del crecimiento de hogares unipersonales.

Este segmento joven también es el que más alquila: el 53% vive en viviendas alquiladas, muy por encima del promedio general, lo cual plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de esta forma de vida a futuro. En contraste, entre los mayores de 65 años, también se observó un aumento (del 21% al 24%), aunque menos pronunciado.

En la CABA, por ejemplo, el 34% de las personas mayores viven solas, mientras que en La Pampa esa cifra alcanza al 32%. Otras provincias con alta prevalencia son Santa Fe, Córdoba, Chubut y Río Negro, todas por encima del 25%.

Un patrón que se concentra en las grandes ciudades

Las personas que viven solas no están distribuidas de manera uniforme en el territorio argentino. La Ciudad de Buenos Aires encabeza el ranking con un 39,1% de hogares unipersonales, muy por encima del promedio nacional. Le siguen provincias como La Pampa, Córdoba, Santa Fe, Chubut y las patagónicas, con porcentajes que oscilan entre el 25% y el 30%.

En el otro extremo, provincias como San Juan, Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Corrientes y Catamarca presentan menor proporción de hogares unipersonales (menos del 20%) y, en cambio, una alta presencia de hogares numerosos, de más de cinco miembros.

Una posible explicación radica en el envejecimiento poblacional en ciertas jurisdicciones, pero también en la disponibilidad de departamentos y el mayor grado de urbanización en las regiones con mayor prevalencia de hogares de una sola persona. Los departamentos son la elección principal para este tipo de hogares: 36% de ellos habita en este tipo de vivienda, frente al 16% en los hogares de convivencia.

Más mujeres solas, pero también más varones en la Patagonia

A nivel nacional, las mujeres representan la mayoría entre quienes viven solas: por cada 100 mujeres hay 87 varones en hogares unipersonales. Esta tendencia es aún más fuerte en la CABA, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos.

Sin embargo, el patrón se invierte en las provincias patagónicas y en algunas del norte del país, donde el predominio masculino es claro. En Tierra del Fuego, por ejemplo, hay 130 varones por cada 100 mujeres que viven solas. Esta masculinización puede estar asociada a procesos migratorios laborales o a las características del mercado de trabajo regional.

Menor pobreza estructural y mejores condiciones materiales

Un dato llamativo que aporta el informe es que los hogares unipersonales tienen, en promedio, menos necesidades básicas insatisfechas (NBI) y menor privación material que los hogares de convivencia. Solo el 4% de los hogares de una sola persona presenta NBI, frente al 7,3% en el resto de los hogares urbanos. Además, el Índice de Privación Material de los Hogares (IPMH) muestra que solo el 21,3% de los hogares unipersonales presenta algún tipo de carencia, en comparación con el 36,8% en los demás hogares.

A pesar de esta ventaja relativa, el alquiler sigue siendo la norma para quienes viven solos: el 32% alquila, frente al 19% entre quienes viven en hogares con más personas. Solo el 55% de quienes viven solos son propietarios, mientras que en el resto de los hogares el porcentaje asciende al 69%.

Actividad, estudio y jubilación: quiénes viven solos y qué hacen

La población que vive sola no es homogénea. El 38% son jubilados o pensionados, un porcentaje muy superior al que se observa en el resto de los hogares. A su vez, el 11% de quienes viven solos están ocupados laboralmente, mientras que solo el 7% son estudiantes. En cambio, entre los hogares con más personas, el 21% son estudiantes.

En la CABA, el 33% de las personas jubiladas y el 15% de quienes estudian viven solas, cifras que superan ampliamente el promedio nacional. Este dato refuerza la idea de que las grandes urbes concentran tanto a jóvenes independientes como a personas mayores que envejecen en soledad.

Dentro del universo laboral, los hogares unipersonales son más frecuentes entre quienes trabajan en servicios financieros (17%), educación (13,5%), salud y administración pública (12,7%). En contraste, son menos comunes en sectores como construcción, comercio, transporte, industria y hotelería.

Migración: un componente minoritario, pero clave en algunas regiones

Si bien el componente migratorio no es predominante en este fenómeno, alrededor del 10% de las personas que viven solas nacieron en otra provincia o en el extranjero. En la CABA y en las provincias patagónicas, donde los niveles migratorios son más altos, la proporción de personas que viven solas con origen externo también es mayor.

En promedio, el 12% de los extranjeros y el 15% de los migrantes interprovinciales viven solos, lo cual indica que la migración puede ser un factor desencadenante de este tipo de hogar, especialmente en las primeras etapas del proceso de adaptación o inserción laboral.

Un fenómeno que se consolida y demanda nuevas respuestas

El auge de las personas que viven solas es un fenómeno estructural, transversal a edades, géneros y regiones. Refleja cambios profundos en las formas de vinculación, en el mercado de trabajo, en la estructura familiar y en las expectativas personales. También plantea desafíos concretos en materia de vivienda, políticas sociales y diseño urbano.

La creciente prevalencia de estos hogares obliga a repensar el diseño de las ciudades, las estrategias de acceso a la vivienda, las prestaciones sociales y los modos en que se garantiza el cuidado de personas mayores que viven solas. La radiografía de este fenómeno ofrece pistas sobre cómo habitamos hoy y hacia dónde se dirige la vida en sociedad.

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Redacción Vida Positiva