Ejercicios para esclerosis múltiple: ¿cuáles ayudan a vivir mejor según la ciencia?
Los entrenamientos aeróbicos, de fuerza y de equilibrio reducen síntomas como rigidez, debilidad y depresión.
Moverse, caminar sin esfuerzo o simplemente sostener un objeto con firmeza son acciones que suelen darse por sentado… hasta que aparecen los primeros signos de la esclerosis múltiple (EM). Esta enfermedad crónica interrumpe la comunicación entre el cerebro y el cuerpo, en gran parte por el desgaste de la mielina —la capa protectora que cubre los nervios—, y poco a poco dificulta actividades cotidianas que antes parecían automáticas.
En México, esta realidad ya afecta a más de 20 mil personas, de acuerdo con la Secretaría de Salud, y se sabe que es más común en mujeres debido a factores genéticos. Ante este panorama, los ejercicios para esclerosis múltiple se han convertido en una herramienta esencial para mantener la movilidad, reducir síntomas y mejorar la calidad de vida de quienes enfrentan este reto.
“La actividad física en general es beneficiosa para mantener la movilidad y también puede ayudar con síntomas no motores como la depresión”, afirma Sarah Bell, fisioterapeuta de Mass General Brigham, especialista en trabajar con pacientes que tienen trastornos neurológicos como la EM.
Cómo el ejercicio ayuda a quienes viven con esclerosis múltiple
Uno de los síntomas más frecuentes de la EM es la fatiga, que afecta a aproximadamente cuatro de cada cinco personas con esta enfermedad, según la Sociedad Nacional de Esclerosis Múltiple. Otros síntomas pueden incluir visión borrosa, mareos, espasticidad (rigidez muscular), debilidad, hormigueo, pérdida de equilibrio, depresión y sensibilidad al calor.
“Cuando las personas sufren algún deterioro de la mielina, se interrumpe la estimulación eléctrica del cerebro que les indica a los músculos qué hacer”, explica Bell. Aunque el ejercicio no repara la mielina dañada, puede ayudar a proteger las regiones del cerebro que aún están intactas, lo que favorece la movilidad y la independencia.
Los estudios han demostrado que el ejercicio mejora la capacidad para caminar, el equilibrio, la fatiga y la calidad de vida. En particular, el impacto de la actividad física en la esclerosis múltiple puede marcar una diferencia considerable en el bienestar general de quienes viven con esta condición. Por ejemplo, un programa bien diseñado puede disminuir la fatiga crónica y aumentar la resistencia al esfuerzo diario
¿Qué tipo de ejercicios son mejores?
Sarah Bell divide los mejores ejercicios recomendados para esclerosis múltiple en cuatro grandes grupos, cada uno con sus beneficios específicos:
1. Aeróbicos
El ejercicio aeróbico ayuda a reducir la fatiga y mejora la salud cardiovascular, lo cual es importante ya que las personas con EM tienen un riesgo más alto de enfermedades del corazón. Bell recomienda alcanzar unos 150 minutos de actividad moderada por semana. Los entrenamientos por intervalos —alternar periodos de esfuerzo con descanso— pueden hacer que esta rutina sea más tolerable para quienes padecen fatiga intensa. Caminar, usar bicicleta estática o nadar son buenas opciones.
2. Estiramientos
El estiramiento regular es clave para aquellas personas con espasticidad muscular. Al trabajar los músculos de las pantorrillas, isquiotibiales y flexores de la cadera, se puede reducir la rigidez y aliviar el dolor. Bell sugiere realizar 3 a 4 estiramientos de 20 a 30 segundos cada uno, repetirlos varias veces al día, y consultar con un fisioterapeuta para un plan personalizado.
3. Entrenamiento de fuerza
Fortalecer los músculos es crucial cuando la EM debilita las extremidades. La resistencia con pesas ligeras o bandas elásticas, realizada 2–3 veces a la semana con días de descanso, también puede ayudar a regular la espasticidad y mejorar la función muscular general.
4. Ejercicios de equilibrio y agilidad
Diseñados para prevenir caídas y mejorar la coordinación, estos ejercicios son mejor guiados por un fisioterapeuta. En casa, uno puede practicar pararse sobre un pie por 30 segundos. Aumentar la dificultad cerrando los ojos o usando superficies irregulares mejora el reto. Dar pasos laterales y girar suavemente también ayuda a desarrollar estabilidad y control.
Bell destaca que: “La fatiga suele ser uno de los síntomas que limitan los niveles de actividad en las personas con EM”. Por ello, aconseja iniciar con sesiones cortas —por ejemplo, 10 minutos tres veces por semana— e ir incrementando el tiempo y la intensidad poco a poco.
Para quienes presentan dificultades para mantener el equilibrio, usar bastones, tobilleras o soportes puede reducir el riesgo de caídas y facilitar el movimiento. También recomienda elegir los momentos del día con más energía para hacer ejercicio y utilizar técnicas de enfriamiento como chalecos refrescantes o agua fría para evitar que el calor agudice los síntomas. “Si su temperatura corporal aumenta, los síntomas empeorarán”, explica Bell.
Cómo iniciar un programa de ejercicios con seguridad
Antes de comenzar, es fundamental consultar con un fisioterapeuta especializado en fisioterapia y ejercicio en pacientes con esclerosis múltiple. Este profesional puede elaborar un plan que tome en cuenta su estado funcional, niveles de equilibrio, fuerza y posibles limitaciones.
Algunas estrategias útiles incluyen:
- Empezar con ejercicios breves y aumentar gradualmente la duración y frecuencia.
- Utilizar dispositivos de apoyo cuando sea necesario.
- Elegir los momentos del día con más energía para ejercitarse.
- Aplicar técnicas de enfriamiento para evitar la exacerbación de síntomas por calor.
¿Por qué los ejercicios para esclerosis múltiple son más importantes de lo que se piensa?
Para México, donde la EM tiene una prevalencia relativamente baja, el impacto de esta enfermedad puede ser silente pero muy significativo: la mayoría de los casos se manifiesta durante la edad adulta productiva y con la posibilidad de discapacidad a largo plazo. Por eso, incluir ejercicios adaptados para personas con esclerosis múltiple en la rutina diaria puede ser una forma de mantener movilidad, reducir recaídas y mejorar la calidad de vida.
Estas actividades físicas no son solo una opción: pueden convertirse en un pilar dentro del tratamiento integral de esta enfermedad. Aunque no reemplazan los tratamientos médicos convencionales, su uso sistemático y guiado por especialistas tiene el potencial de transformar significativamente el día a día de las personas con EM.
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