Cuando desean lo que tenemos, nos gusta más

¿El deseo del otro implica que hicimos lo correcto?

Nada nos hace sentir más seguros que el hecho de que avalen nuestras decisiones, que elogien nuestro criterio o gusto, que deseen lo que es nuestro. Porque el deseo del otro implica que hicimos lo correcto, resalta nuestra valoración personal y autoestima por haberlo elegido.

Al menos eso nos cuenta un estudio realizado en la Facultad de Psicología de Glasgow, Reino Unido, con niños y adultos, concluyendo que, cuando alguien que queremos y respetamos, elogia alguna de nuestras decisiones, nos sentimos más seguros con respecto a la elección que hicimos.

Sucede de alguna forma lo mismo que cuando éramos pequeños y teníamos un juguete sin usar, bastaba que otro niño lo quisiera, para que ese objeto cobrara nuevamente interés para nosotros. Ya siendo adultos, da lo mismo que sea un objeto, un auto, una prenda de vestir, un corte de cabello o una relación de la que no estamos muy seguros, empieza a interesarnos más, cuando otro manifiesta su deseo de tenerlo.

El deseo mueve al deseo

La explicación psicológica es, sin duda, la necesidad de ser aceptados, valorados, reafirmados.

Desde que somos pequeños nos mueve dicha necesidad, primero agradando las enseñanzas y mandatos de nuestros padres o de quienes nos criaron, luego ya en el colegio queremos y buscamos la aprobación de maestros y profesores, en la adolescencia será la de nuestros pares, y ya de adultos, de nuestros jefes, compañeros de trabajo, amigos y parejas.

Consciente o inconscientemente siempre estamos buscando aceptación, aunque manifestemos abiertamente que no nos importa la opinión del otro, porque es parte de nuestra forma humana de relacionarnos.

¿Por qué queremos que nos elogien?

Los factores por los que buscamos la aprobación son múltiples y están relacionados con nuestra crianza, se pueden resumir en pocos puntos que están relacionados con una baja autoestima: cuando nos falta seguridad daremos más importancia a la opinión de los otros, que a nuestro punto de vista siempre nos parecerá erróneo, escaso, o insuficiente.

Una crianza sobreprotectora

Si fuimos sobreprotegidos de niños, nos hicieron creer que, sin el otro y su cuidado, no somos capaces, no somos suficiente para elegir correctamente. Eso hace que no desarrollemos la capacidad de libertad en nuestras decisiones.

Si fuimos excluidos en algún momento, o sufrimos bullying

Cuando socialmente tuvimos alguna experiencia traumática que nos aisló del resto de nuestros pares, o núcleo social, la persona tiende a pensar que no es aceptada, y por lo tanto, es dejada de lado, y sus opiniones o elecciones no son válidas como las del resto. Eso nos condiciona a tomar nuevas y buenas decisiones con seguridad. Por eso estamos más seguros si los demás aprueban lo que hacemos, compramos, o decimos.

La realidad que no es real: la 2.0

Las redes sociales no colaboran. Nos muestran constantemente una realidad inexistente, con filtros, ediciones, y en general, armada de forma ficticia, que nos hace comparar nuestra vida y nuestras experiencias con las que otros exponen.

Esa necesidad de pertenecer, nos hace sentirnos en inferioridad de condiciones, comparándonos continuamente, tanto física como, de manera emocional, presionándonos para adquirir las cosas de los otros, las experiencias de los otros, las vidas de los otros que siempre parecen mejores que las nuestras, y nos hacen sentir que "nunca estamos invitados a la fiesta".

El deseo es la esencia del humano

Proust nos dice que nunca deseamos a una persona o a un objeto aislado, sino “el paisaje en el que está inmerso, el contexto en el que lo imaginamos”. No hay deseo, sin relación ni vínculo. siempre deseamos un conjunto de situaciones. Ese deseo nos mueve, y como vemos, es contagioso.

Las personas que elegimos

El estudio revela también, que cuando otros consideran atractivas, por ejemplo, a nuestras parejas, nos convencen de que elegimos a la persona correcta, y nos gusta más. De alguna forma el deseo del otro, hace revivir los sentimientos de seguridad de tenerla a nuestro lado.

Elogio al elogio

El elogio es una maravillosa costumbre, que cada vez utilizamos menos, por diferentes causas, algunas de ellas sociales, como evitar malos entendidos.

No es correcto decir piropos o emitir una opinión sobre el cuerpo del otro, claro, pero sí podemos hacer sentir bien a los demás, elogiando sus aciertos, y evitando potenciar sus errores.

Como resultado de este estudio, vemos que, con una simple palabra amable y sentida, podemos contribuir para que otra persona vuelva a tener algo de fe en sí misma.

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Gentileza, María Belén Castellino, Especialista en Oratoria y Kinésica | IG: @belucastellino