Subestimar lo pequeño

Con el espíritu del libro «Historias con semilla que pueden cambiar al mundo», de Claudio Penso
La tripulación del Challenger (1986)
Ese 28 de enero de 1986 había una gran expectativa. En su eterna actitud de conquista, el hombre estaba a punto de realizar un viaje emblemático que sería recordado como un estrepitoso fracaso. El nerviosismo de cientos de científicos, técnicos y colaboradores estaba en su punto culminante, mientras realizaban el conteo, antes de partir.

El transbordador espacial Challenger llevaba 7 personas a bordo. A tan sólo 73 segundos del despegue y a la vista del mundo entero, ocurrió algo inesperado, a más de 15 km sobre el océano Atlántico. Tras una espectacular explosión, el compartimento donde viajaba la tripulación salió disparado como una estrella fugaz hacia arriba, intacto, antes de desplomarse.

La NASA cree que los astronautas sobrevivieron a la primera explosión. Sin embargo, durante 3 minutos se precipitaron en caída libre para chocar con el mar. No había paracaídas para frenar el descenso, ningún sistema de escape.

Tras meses de pericias e investigaciones, finalmente se conoció el motivo del accidente: Una simple helada.

La noche previa al lanzamiento hubo temperaturas inusualmente bajas. Causaron porosidad en los aros de goma que sellaban una junta entre segmentos del cohete impulsor, lo que provocó un escape de gases que quemaron el depósito de combustible. Nadie previó este detalle.

En el marco previo a cualquier evento trascendente, se constatan los puntos claves, generalmente aquellos puntos más visibles que puedan fallar. La mayoría desestima lo obvio, sobre todo si se trata de algo insignificante, porque antes de actuar resulta poco amenazante.

En el éxito, se sobreestiman los detalles; mientras que el fracaso suele acontecer cuando subestimamos lo pequeño.

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Por Claudio Penso Consultores