¿Por qué se celebra el carnaval?

Aunque los distintos lugares en el mundo festejan el carnaval según sus propios usos y costumbres, esta fiesta popular tiene en común el sentimiento de libertad

Máscaras, murgas, desfiles, carrozas, reyes y reinas; imágenes que recrean una de las celebraciones populares más convocantes del mundo, el carnaval. Su origen se remonta a los inicios de la Edad Media cuándo el catolicismo estableció su etimología: el latín carne-levare que significa “abandonar la carne”. Esta prescripción era obligatoria para todo el pueblo durante todos los viernes de Cuaresma.

Tiempo más tarde surge otra etimología para darle identidad al carnaval, la palabra italiana carnevale que significa, al igual que su sinónimo en latín, “quitar la carne”. Hoy el carnaval se convirtió en una celebración popular que se festeja antes de la cuaresma cristiana, cuya fecha es variable, puede ubicarse desde finales de enero hasta principios de marzo, según el año.

Aunque los distintos lugares en el mundo festejan el carnaval según sus propios usos y costumbres, esta fiesta popular tiene en común el sentimiento de libertad. Las diferentes culturas han tomado la cualidad de permitirse la espontaneidad y la diversión de las antiguas fiestas paganas que se realizaban por ejemplo, en honor a Baco, el dios del vino o las que se celebraban en honor del toro Apis, en Egipto.

La mayoría de los historiadores coinciden que las fiestas de carnaval nacen en Sumeria y Egipto, hace aproximadamente 5.000 años. El Imperio Romano también fue protagonista en la realización de estas celebraciones, desde dónde se extendió la costumbre a Europa y luego fue llevada a América por los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV.

A pesar que la Edad Media fue un tiempo histórico signado por ayunos, restricciones y persecuciones a quienes no respetaran las leyes religiosas, durante esta época renació el carnaval. La celebración giraba en torno a los juegos, bailes y por sobre todas las cosas se realizaban banquetes para enfrentar la abstinencia con un cuerpo fuerte.

En España, durante la época de la Conquista y la Colonia, se hizo costumbre el disfraz con el fin de hacer bromas en lugares públicos. Pero en 1523, Carlos I decretó la prohibición de las mascaras. Hubo que esperar a Felipe IV para que el carnaval vuelva con todo su esplendor de antifaces y atuendos majestuosos.

Pero, ¿cuál es el origen de las mascaras? El símbolo por excelencia del carnaval deriva del culto a los muertos. Los antiguos romanos creían que la mejor forma de alejar a los malos espíritus era antropomorfizarlos, es decir, darles forma o apariencia humana. Entonces, quien personificaba el alma a expulsar, vestía de blanco y ocultaba su rostro con una máscara.

El disfraz y las mascaras de carnaval recuperan de su origen la intención de alejar lo negativo. Ser optimista, divertirse y expresar alegría de una forma artística es una constante de una fiesta popular que desea que las adversidades se queden en el olvido o al menos se tomen una tregua.

Una particularidad en la celebración del carnaval en sus orígenes fue su desafío al poder. Era un festejo en el cual la imaginación popular convirtió, a través de diversos símbolos, a la celebración en una oportunidad única para satirizar a sus gobernantes o superiores.

La murga, un ritmo que acompaña hoy en día al carnaval sudamericano, es un estilo musical que nace como un símbolo popular para expresar en sus letras aquellos mensajes contra el poder, y el carnaval fue su oportunidad. El humor, las danzas, los desfiles, los atuendos coloridos y los cantos, eran una forma de expresar el sentir popular en el marco de una festividad. La ironía unida a la sátira era el mejor canal de expresión que encontraba el pueblo para reivindicar sus derechos.

Hoy en día la mayoría de los países del mundo celebran su carnaval y aunque las diversas épocas signaron el sentir de cada etapa, esta celebración es una fiesta popular característica por su optimismo, alegría y la sensación que los desencuentros se han tomado una tregua. Carnaval, esos tres días de catarsis colectiva en los que la cultura se manifiesta con toda su fuerza.

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