La política puede hacer la felicidad

A grandes obras, grandes inconvenientes. Las intervenciones más pequeñas y puntuales, en cambio, pueden generar políticas públicas democráticas, igualitarias y efectivas. Para muestra, un par de ejemplos
Por Gabriel Palumbo

Muchas veces la política se deshace en excusas. Frente a cada pedido o inquietud de algún ciudadano o grupo de ciudadanos, los políticos profesionales tienen un mapa de imposibilidades que va desde la falta de recursos hasta las dificultades jurisdiccionales. Ante cualquier problema es muy común escuchar que esto o aquello no puede hacerse "porque corresponde a la Nación" o, en sentido inverso, "de esto tiene que ocuparse la Ciudad". El tiempo ha terminado por consolidar un estilo que está mucho más cerca de narrar la imposibilidad que de plantear una solución.

Es muy probable que en la mayoría de los casos digan la verdad. Con seguridad estos argumentos son ciertos y los escuchamos en boca de funcionarios, legisladores y dirigentes que realmente quieren resolver cosas y solucionar problemas. No vamos a dejarnos ganar por la simplificación que supone pensar a todos los políticos como el eje del mal. Surge, entonces, una pregunta interesante: Si existen personas decentes dedicadas a la política y también existen restricciones reales para poder hacer cosas, ¿qué debería cambiar para que la política mejore la vida de las personas?

Muchas veces la política se presenta a sí misma y frente a los ojos de las personas como un ejercicio enorme, y no repara en que pequeñas acciones pueden ayudar a mejorar de un modo determinante el día de los que viven en una ciudad. Y hacerlo con todos, entendiendo a las personas como individuos y no como miembros de un grupo, de una clase o de una minoría, sino como ciudadanos que viven, habitan o simplemente pasan por un lugar. Entendida de este modo, la política pierde un poco de magnificencia pero se acerca más a una escala humana y permite, si se es lo suficientemente sensible, la entrada en escena de la imaginación. La imaginación no reconoce las fronteras de las jurisdicciones y se puede burlar del dinero y los presupuestos.

La creatividad individual
, convertida en capital político, puede dar grandes resultados y unir dos universos que a veces parecen irreconciliables: lo político y la felicidad.

La política suele ser pensada y entendida como una serie de decisiones, medidas concretas y obras -en el sentido de la infraestructura- separada o alejada de la cotidianeidad y la vida de las personas comunes. ¿Qué sucedería si a cada imposibilidad se la contrarrestara con una idea? ¿Cómo sería nuestra sociedad si la mayor demanda ciudadana fuera la de la imaginación de los políticos?

Más allá de las políticas públicas y de las políticas de Estado inconmensurables, la creatividad puede operar perfectamente para diseñar acciones destinadas a todos, que no distingan entre pobres y ricos, ni entre cultos y analfabetos. ¿Para qué insistir en las distancias? ¿Por qué no probar con una política leve que esté allí para modificar para bien el día de la gente y ponerla de mejor humor? Una política democrática que cambie las metáforas de descubrimiento por las de creación, que cambie las categorías fatales por otras que propongan unir belleza y justicia.

Una política de la felicidad
. Lo mejor es que ya se hizo. Aquí presentamos un par de ejemplos.

- Pianos

En agosto de 2010, Tamar Haviv, una fotógrafa y cantante neoyorquina que vive en Midtown, caminaba hacia su estudio de grabación cruzando el hermoso Bryant Park, justo detrás de la New York Library. A lo lejos escuchó un piano y a medida que se acercaba alcanzó también a escuchar un coro bastante afinado. Era la primera vez que se hacía en Nueva York una experiencia que había nacido en Inglaterra dos años antes. Era sencillo, se trataba de poner pianos en la ciudad, distribuirlos y dejarlos para que las personas los usaran, otros los escucharan y se quedaran allí disfrutando del momento en calma, en silencio y en paz. "No importa si usted es un virtuoso de clase mundial como Beethoven o un tipo que tuvo un año de clases como yo; la idea es simplemente sentarse y dejar que sus dedos hablen", declaró por esos días Michael Bloomberg, que era alcalde de la ciudad. La idea es de Juke Lerman, un artista múltiple que hace perfomances e instalaciones en ciudades, al mismo tiempo que monta esculturas de acero y vidrio que parecen imposibles. El concepto es, a todas luces, político; más bien diría que es una idea democrática. Supone la utilización del espacio público, propone el uso diverso de los bienes que están en la ciudad y genera un pluralismo de audiencias tan fuerte como sencillo: el de los intérpretes y el público. Alguien toca el piano y alguien escucha. La primera vez, en 2008, se hizo en Inglaterra, en Birmingham, y se instalaron quince pianos. Como todo tiene un nombre, esta iniciativa tomó el de Play Me, I'm Yours. Después de recorrer Europa, en 2010, Mike Bloomberg tomó la actividad como propia e instaló sesenta pianos distribuidos por los distintos barrios. Cada uno de estos pianos estuvo al cuidado de un grupo de ciudadanos que se organizaron para "abrir" el instrumento a las nueve de la mañana, taparlo en caso de lluvia y cuidarlo durante la noche. Los pianos generaron en las distintas ciudades, además del hecho artístico, una formalización de la vida comunitaria muy especial, que propuso una forma no estática y hasta efímera de ciudadanía que se lleva muy bien con una percepción contemporánea de la política. En 2013 la idea tomó forma en Santiago, Chile, y en Monterrey, México. Este año pasará por Puerto Rico.

www.streetpianos.com

- Bibliotecas en el subte

Algo empareja a un ciudadano de Santiago de Chile con uno de Medellín y con otro de Madrid. Los tres pueden ir a buscar un libro a una estación de metro y llevárselo a su casa. Las bibliometros comenzaron en 1995 en Santiago como unamanera creativa de acercar los libros a las personas en lugares poco frecuentes. La idea nació desde el Estado y se puso en marcha en conjunto con la empresa que administra el metro de la ciudad. Empezaron tímidamente con tres puestos y ya tienen más de veinte puntos de entrega y consulta de libros. Con el simple acto de asociarse a una biblioteca pública los usuarios del subte de Santiago pueden pedir un libro y llevarlo a casa. Los stands de la bibliometro santiaguina guardan una relación estética con los vagones de transporte, lo que los vuelve, además de bonitos, reconocibles con facilidad para los viajeros. La idea es tan buena que cruzó a Europa. En Madrid, desde 2006 existen unas dinámicas instalaciones transparentes en una docena de estaciones del trazado del metro madrileño que prestan libros a quien quiera buscarlos y sin tener que pagar ni un solo euro. La red cuenta con más de tres mil volúmenes y los préstamos son por quince días, renovables por otros quince. Las instalaciones de las bibliotecas están integradas a las estaciones del metro de modo tal que los pasajeros pueden circular por los pasillos para ir de un sitio al otro de la estación. Solo atienden por la tarde, desde la una y hasta las ocho de la noche. También hay red de bibliometros en Valencia. Volviendo a América, Medellín tiene su red desde 2006 y forma parte de un programa integral de desarrollo de la ciudad que le ha valido reconocimiento en todo el mundo. La cultura ha sido la herramienta que eligió Medellín para transformarse en una ciudad hospitalaria, vivible y en búsqueda de experiencias igualadoras. El programa Palabras Rodantes incluye las bibliotecas móviles en cuatro estaciones del metro antioquiano. Todas estas experiencias son gratuitas, abiertas, van en el camino del reconocimiento de la subjetividad individual y promueven la lectura como espacio imaginativo y de reflexión. Todas estas prácticas, además, necesitan del Estado, de las empresas y de las personas para funcionar.

- Las cajas-bebé finlandesas

Finlandia es un país ejemplar por muchas cosas. Su sistema educativo es el de los estándares más altos del mundo y su red de cobertura social convierte al país en uno de los más igualitarios. Una de las políticas más creativas dentro del universo de políticas públicas finlandesas es la entrega de una caja de cartón a todas las mujeres que van a tener sus bebés. Desde hace 75 años, la entrega de esta caja se ha constituido en la política pública central para terminar con la mortalidad infantil en Finlandia. Alrededor de la década de los treinta esa tasa era nominalmente mayor en el país que en el resto de la región, con 65 muertes cada mil nacimientos. Desde la aparición de la caja, estos números han bajado tanto que es uno de los países con menor mortalidad infantil del mundo: dos muertes cada mil.

La caja tiene su historia
y ha ido cambiando con el tiempo, acompañando modas y progresos médicos. Cuando comenzó era solo para personas de bajos recursos, pero a los pocos años se hizo una política universal y cada futura madre lo recibe, sin importar su condición social o su lugar en la sociedad finlandesa. Las mujeres pueden optar por recibir, en lugar de la caja, casi 300 dólares, pero más del 95% elige la caja. Dentro de la caja está todo lo que necesitan la mamá y el bebé.

Para los chiquitos, unos enteritos, ropa para el frío, sábanas y juguetes didácticos
. Para los grandes, libros que ayudan a la crianza del bebé, pezoneras y condones. La caja contiene, además, un colchón, lo que permite convertirla así en la primera cuna del recién nacido. Según parece, este primer lugar de descanso influye mucho en la disminución de los casos de muerte súbita. En las últimas versiones de la caja se volvió a los pañales de tela en lugar de los descartables, por imperio de la sustentabilidad y el cuidado del medio ambiente, y se quitó la mamadera, para fomentar la lactancia materna. Un reciente informe indica que las madres finlandesas son las más felices del mundo.

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Fuente: http://www.conexionbrando.com/