Inspiración

Cuando se experimenta la sensación de plenitud y nuestro pecho se expande para capturar la sensación oxigenada del ambiente, es entonces, solo entonces, cuando se dice que se está INSPIRADO.

Cuando se inhalan aires limpios y tenuemente perfumados con fragancias naturales. Cuando se experimenta la sensación de plenitud y nuestro pecho se expande para capturar la sensación oxigenada del ambiente, es entonces, solo entonces, cuando se dice que se está "INSPIRADO". Esto es, "dispuesto para crear cosas nuevas, útiles y bellas", como lo dijera Gibrán Jalil Gibrán.

Existen vientos suaves, relajantes y con temperatura ideal que refrescan en el calor o nos calientan en el frío. Son como microscópicas plumas que sin descanso acarician y llenan de placer tanto el cuerpo como el alma. Esa sensación, nos invita al banquete de aires puros vestidos con plumaje oxigenado, y al hacerlo, un soplo de tonificante vida penetra hasta los últimos rincones de cada célula y de cada voluta de nuestro pensamiento.

Pero también existen vientos que presagian tormenta. Los navegantes saben muy bien que cuando el mar cabrillea y el velamen del barco gualdrapea, una tormenta se está gestando en el entorno. Son ráfagas que confunden al ignorante que no percibe su violenta calma y su frialdad, haciendo que cometan actos imprudenciales. Hay que saber respirar estos aires para que no dañen ni lesionen el cuerpo y el pensamiento se dirija a buen destino.

Se dice que cuando el alma y el cuerpo se encuentran bajo el influjo de la inspiración, el aire está cargado de energía y la fuerza de impulso es infinita. El marino que conoce los vientos, sabe aprovechar éstos y hacer que el velamen de su barco se hinche y se expanda como las alas del albatros. Hay que aprender también cuando el aire respirado, en vez de inspirar, desgarra el alma y la deja a la deriva, haciéndola impotente para sortear el peligro y naufragar.

A veces el viento cesa. Se niega a moverse percibiéndose la sofocación. Ese aire respirado no contiene nada, está estéril de fuerza y vacío de poder. Es la "Calma chicha" de altamar, en el que las aguas están tranquilas y las jarcias tan flojas que no resisten más que la caída inútil de las mantas fijadas a los mástiles. A esta calma no hay que importunarla con vanos esfuerzos. Es bueno que repose y duerma a sus anchas, porque no sabemos con que ánimo vaya a despertar.

Así, la respiración debe ser quieta, pausada, sin desesperación que provoque sofocamiento. Hay que dejarlo soñar, porque el viento y el aire también sueñan, y en sus oníricas visiones puede estar creando o tal vez, ¡Porqué no!, teniendo sueños de terror que lo atormenten.

Se dice que existen cuatro cosas para mover el universo: VIVIR, AMAR, CONSUMIR Y COMPETIR. Los orientales dan importancia a las dos primeras: Vivir y Amar. Los occidentales dan importancia a las dos últimas; Consumir y Competir y jamás les da tiempo para Vivir y Amar.

Para vivir y amar hay que saber respirar. Es el suspiro del que observa un bellísimo amanecer, o el que suspira cuando se siente que se ama con el corazón. Ese movimiento respiratorio de inhalación rápida, integra y reconfortante, seguida de una exhalación más lenta, es lo que da el ciclo creativo de la forma en que el alma y el cuerpo se alimenta: inspirar y suspirar.

La inspiración que es impulsada por vientos y aires limpios y favorables hay que saber aprovecharla con una mentalidad de esponja, para que se impregne con ese fluido invisible que insufla y da vida a la semilla del conocimiento, de las ideas y de los pensamientos, recorriendo así, los ilimitados confines que señalan las flechas de la rosa de los vientos.

Ir en busca del sol, de la lluvia fina, donde la primavera sea sueño acariciable; el verano cálido y brillante; el otoño dorado de belleza ya expirada; y un invierno donde la tranquila hibernación nos recupere de la nostálgica sensación de un exceso de belleza.

Solo aquella alma que está viva, es capaz de recibir ese soplo divino que quita la pereza del cuerpo y lo hace activo. Ese soplo que hizo que el ser humano expandiera su pecho y saturándolo de olorosas fragancias lo dejó ir libre en pos de su destino, de sus sueños y su realización.

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Gentileza Dr. Francisco Cifuentes Dávila