Cómo ser feliz en diez pasos

El «Manual» de Epicteto ha sido un auténtico best seller durante siglos. Resumimos aquí algunas ideas que, aún hoy, pueden interpelarnos con claridad.

No se asusten por el título. No vamos a descuartizar aquí un texto de autoayuda contemporánea. Se trata, en realidad, del Manual para la vida feliz, del filósofo estoico Epicteto, que publica en España la editorial Errata Naturae con un amplio estudio crítico de Pierre Hadot.

Lo cierto es que el Manual ha sido un best seller (un long seller, de hecho) a lo largo de la Historia. El tratado, que no lo escribió Epicteto, sino su discípulo Arriano, llegó a la China del siglo XVI, tuvo una amplía difusión durante el Renacimiento, y fue el libro de cabecera de personajes tan dispares como Pascal, Descartes, Federico II de Prusia o Leopardi.

Arriano de Nicomedia, pensador y político, viajó a principios del año 100 desde Bitinia, en Asia Menor, hasta Nicópolis de Epiro, en Grecia. Allí Epicteto, desterrado de Roma por orden del emperador Domiciano, había fundado una escuela filosófica. De los apuntes (las Disertaciones) que toma el joven durante las clases surge el Manual que hoy conocemos. Son, en total, cincuenta y tres notas. Resumimos aquí las diez ideas que, hoy, pueden interpelarnos con más claridad.

I. No más reproches. Nos dice Epicteto, siempre en boca de Arriano, que hay que tomar conciencia de lo que nos pertenece y de lo que no. “Si piensas que aquello que es ajeno te es de verdad ajeno, entonces nadie podrá coaccionarte”. No volverás a hacer nada contra tu voluntad y, por ello, no formularás más acusaciones. Se trata, pues, de suprimir la aversión hacia las cosas que no dependen de nosotros.

II. Autocrítica. Leemos en el Manual que “sólo aquellos que carecen de educación filosófica convierten a los demás en responsables del hecho de que uno sea desgraciado”. Ahora que el pensamiento crítico no parece estar de moda, ni siquiera para los responsables políticos de la Educación pública, volvemos a Epicteto, que parece advertirnos para qué sirve, en realidad, la filosofía. Esta es, esencialmente, su siempre reclamada utilidad.

III. La vida es imperfecta. “No pretendas que lo que ocurre ocurra como tú quieres”, apunta Arriano. Demasiados factores intervienen en el contexto para que una idea previa se materialice exactamente como teníamos en mente. No es un elogio de la resignación. Es una pregunta sobre qué quiere decir vivir en comunidad.

IV. El miedo, el peor enemigo. Controlar la ambición, en el sentido más ruin del término, quiere decir controlarse a uno mismo. Es preferible, leemos, “morir de hambre tras haber vivido sin pena que vivir en la abundancia asediado por la inquietud”. ¿Cuál es el origen de nuestra ansiedad?

V. Desconfía de los elogios. El peor enemigo es aquel que siempre habla bien de vos. Incluso, cuando no lo merecés. “Si a ojos de alguno pareces ser alguien, desconfía de ti mismo”, leemos en el Manual.

VI. Relativiza las ofensas. Recuerda, insiste Epicteto, que no insulta quien azota, sino el propio juicio. Nos pide el filósofo que no olvidemos: “Cuando alguien te irrita, es en realidad tu juicio quien lo hace”.

VII. Moriremos, ergo estamos vivos. Cercano a la idea del Memento mori, en el apunte número veintiuno del libro se nos recomienda que tengamos presente cada día la muerte, y “el exilio y todo aquello que parece temible”. Eso evitará, asegura, el exceso en los deseos y la “mezquindad” del pensamiento.

VIII. Somos lo que no somos. ¿Cuántas veces no somos capaces de definirnos en tres o cuatro etiquetas estancas? No nos obsesionemos con eso. El pensador estoico sostiene que “podemos conocer la voluntad de la naturaleza” a partir de las cosas en la que nos diferenciamos. La empatía es, también, saber que existe el otro, y que el otro podríamos ser nosotros mismos.

IX. El compromiso, un estilo de vida. Sin ser santos, ni mártires, ni héroes, ni villanos, podemos proponernos un modelo de vida a seguir. Con todas las contradicciones, pero con un estilo. Como si fuera un proto-imperativo categórico kantiano, sugiere el pensador que hagamos nuestras propias leyes. El criterio, lo hemos olvidado, es eso.

X. Cállate la boca. Epicteto, bajo la pluma de Arriano, nos invita a callar cuando sea necesario. En esas conversaciones en las que no puedes aportar nada (“no hagas demostraciones de tus principios con quienes sean ajenos a la filosofía, sino muéstrales las acciones que se derivan”), pero, sobre todo, no caigas en la ostentación de ningún tipo, ni intelectual ni material. Será origen de lo que hoy llamaríamos, de forma consensuada, algo de baja calidad.

El especialista en pensamiento griego antiguo, Pierre Hadot, fallecido en 2010, resume, en las conclusiones de su lectura, lo más importante de la herencia que nos deja Epicteto: tomemos conciencia de nuestros prejuicios, de los fantasmas que hemos creado, para combatir los espejismos. Eso es lo que nos acercará, realmente, a ser ciudadanos libres.

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Fuente: La Vanguardia