Advierten sobre el déficit de vitamina D

Es indispensable para asegurar la salud ósea. El organismo la produce mediante la exposición a los rayos solares sin protección. La llegada del frío aumenta el déficit.

La D, indispensable para asegurar la salud ósea, reúne todas las características para ser una de las figuritas difíciles de las vitaminas. El organismo la produce naturalmente durante la exposición al sol sin protección -algo hipercontraindicado por los dermatólogos-, y cuya capacidad de generación varía según la época del año, el momento del día, la ubicación geográfica y hasta el color de la piel. Para colmo, adquirirla a través de los alimentos es prácticamente una misión imposible. El déficit alcanza a unas 1.000 millones de personas de todas las edades alrededor del mundo y el problema se acentúa durante el invierno y en países alejados del Ecuador, como Argentina.

“Hace 30 años me di cuenta que decirle a la gente que nunca se exponga al sol directamente iba a aumentar el riesgo de deficiencia de vitamina D”, dice a Clarín Michael Holick, el máximo mundial en investigación sobre la llamada “vitamina del sol”, cuya principal función -pero no la única- es la de fijar el calcio y el fósforo en los huesos. “Es fundamental desde el nacimiento hasta la muerte”, enfatiza el profesor de Medicina, Fisiología y Biología de la Universidad de Boston, que es autor de cientos de publicaciones y varios libros, entre ellos “La ventaja de los rayos UV”.

La principal consecuencia de la falta de vitamina D es la osteomalacia, o ablandamiento de huesos, pero hay muchas más. “Las mujeres embarazadas pueden desarrollar preeclampsia, son más candidatas a cesáreas y los bebés tienen más chances de sufrir asma, más sibilancias. También los niños tienen mayores posibilidades de desarrollar patologías autoinmunes como esclerosis múltiple y diabetes tipo 1. En la vida adulta aumenta el riesgo de cáncer de mama, colon, próstata. Hay más riesgo de cardiopatías, de deterioro neurocognitivo, Alzheimer y mayor riesgo de patologías infecciosas”, afirma Holick, que es también director del Laboratorio de Investigación sobre Vitamina D, Piel y Huesos en el Centro Médico de la Universidad de Boston.

En Argentina, una investigación mostró que la deficiencia de vitamina D en madres y bebés varía según la latitud geográfica. Mientras que en el norte se detectó en la mitad de los casos estudiados, en el sur del país el déficit alcanzaba a 9 de cada 10. En Buenos Aires durante el invierno es muy difícil producir la cantidad necesaria de la vitamina con la sola exposición al sol y en Ushuaia es casi imposible durante seis meses al año.

La producción de vitamina D se da en un horario específico: entre las 9 y las 16 (“no sirven ni el solcito de la mañana temprano ni el de la caída de la tarde”). Y la mayor absorción se da al mediodía, en el horario más riesgoso para la piel. Holick recomienda exponerse sin protección la mitad del tiempo que tarda la piel de cada uno en enrojecerse (15 minutos si uno se enrojece a la media hora). “Lo ideal es descubrir el abdomen, la espalda y proteger la cara, que siempre es lo que más se expone, más daña el sol y no produce demasiada vitamina”. Y aclara, para alivio de los dermatólogos: “Después de la exposición necesaria para generar los valores recomendados sí hay que colocarse una buen protector”.

Junto a su equipo, Holick, que es también director del Laboratorio de Investigación sobre Vitamina D, Piel y Huesos del Centro Médico de la Universidad de Boston, desarrolló la aplicación Dminder -disponible para iOS y Android- que permite medir las cantidades de vitamina D producidas a través de la exposición al sol. El usuario marca en qué lugar geográfico está, cuán expuesto está su cuerpo de acuerdo a la ropa que lleva puesta, cuál es su tipo de piel (las oscuras requieren mayor tiempo), si consume suplementos vitamínicos y presiona el botón de inicio, que activa el cronómetro. Una alarma avisa cuando ya se produjo la cantidad necesaria y es momento de protegerse. El sistema muestra las unidades generadas diaria, semanal y mensualmente y las compara mediante un gráfico de barras con los valores recomendados.

La D no es una vitamina cuya dosis necesaria pueda ingerirse a través de los alimentos. Está presente en pescados como el salmón (de corriente, no de criadero), las anchoas, la caballa, el arenque, por ejemplo. Los de carne blanca no tienen. El atún, que en Argentina se consume más que el resto, contiene un poco. “No se puede fabricar la cantidad recomendada sólo a través de los alimentos. No tiene sentido. No es realista. Cien gramos de salmón te dan de 500 a 1.000 unidades vitamina”, precisa Holick, que está a favor de que se fortifiquen alimentos de consumo masivo con la vitamina como galletitas y pan. En Argentina algunas leches ya la incluyen.

El estudio que se realiza para conocer los valores de vitamina D en el organismo se llama 25- hidroxi vitamina D, “pero no es un estudio fácilmente accesible, además es muy caro”, aclara el especialista. “Hemos hecho estudios que indican que es mejor tomar complementos de vitamina D sin preocuparnos por los valores en sangre. Es muy efectivo. Yo recomiendo en niños, de 600 a 1.000 unidades por día. En adultos 1.500 a 2.500 unidades por día, como mínimo, y en un paciente obeso, de dos a tres veces más”. Claudia Sedlinsky, especialista en Endocrinología y Osteología del Instituto César Milstein, sostiene que siempre “lo ideal es hacer primero una consulta con un médico, porque si no no vas a saber qué es lo que vas a buscar a la farmacia”.

En Argentina, los pediatras suelen dar vitaminas sólo hasta el primer año de vida. “Es que se sigue pensando que los chicos van a salir a tomar sol, a jugar a la pelota y los chicos no salen. Están muchas horas adentro del colegio y de la casa. Y cuando van a la plaza se les pone protector solar”, explica Sedlinsky. Según la médica está creciendo la cantidad de gente que se acerca por demanda espontánea a consultar por sus valores de vitamina D y los profesionales de la Salud están cada vez más conscientes de los problemas que acarrea su falta.

“Al endocrinólogo suelen derivar ginecólogos que están advertidos. Pero los hombres es una dificultad. Hay un 20% de hombres por arriba de 70 años que tienen osteoporosis, con riesgo de fracturarse y la realidad es que esos pacientes no llegan al consultorio”, concluyó.

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Por Florencia Cunzolo / www.clarin.com